Luis Bacigalupo |
PALOMAR
En el mundo que se
deshace, lo que él quisiera salvar
es lo
más frágil: ese punto marino entre sus ojos y el
sol
poniente.
Italo Calvino
I
No
nos satisfacen con sólo mirarnos,
son
mujeres de un lunar azul en las comisuras.
Esperamos
de ellas ansias y resolución,
una
espera inquieta contenida bajo la lengua,
en
el ombligo escarnecido de la infancia.
Es
lo ya vivido en una existencia que aún
no
ha tenido lugar
y
no se puede explicar sino por el torso de un idiota
que
se babea yendo y viniendo sin intención
de
dejarse domesticar el sexo.
El
vientre hundido bajo la pendulación del dios
que
lo atrae y lo repele en su ineficacia
insiste
en formular la pregunta acerca
del
vacío ontológico de sus tripas.
Mas
a
la sombra de una emanación se duerme,
es
su deber,
y
ello lo impele al conocimiento
como
a la sombra del árbol del despierto.
Hay
vacío y escarpaduras y un abismo sin forma
y
la palpitación de un corazón desposeído,
la
impronta de una deriva de fe.
Los
espíritus moderados no están sujetos
al
sufrimiento que deja el vivir en el morir.
La
rueda incesante, la carne rosada,
el
saber dogmático pero apetitoso.
Estos
mismos espíritus no ingieren habas
que
no guiados por un principio pitagórico,
escatológico.
Es
momento de beber incorregiblemente
y
disipar la acritud de la miel,
mudar
el gesto inconveniente y permanecer
embriagados
en dios
en
el reflujo nocturnal que no tiene por causa
un
manjar misógino ni la supresión gradual
de
los apetitos.
Ser
eso, y no la indigente copia de una vulgaridad
y
eso otro
en
la indolencia de arrastrarnos sabiéndolo hacer
y
haciéndolo naturalmente,
espontáneamente.
No
basta sólo con saberlo,
es
el hacer en el estar al punto
de
dejarnos morir en el vivir,
en
el anonadamiento de un vivir hueco,
de
un vivir en la extinción del reptil
que
ya jamás habrá de cambiar la piel
habiendo
sido eso, y apenas eso.
II
Del
modo en que nos retiramos de las cosas
así
permanecemos en ellas toda vez que regresamos.
Y
en el amor, que es un estar en el corazón
y
asirse a una corriente de quietud
y
reflejarse
como
en el espejo translumínico de esta noche
que
retorna bajo el impulso de un clamor,
se
refleja un resto de día.
Despejado
el destino
se
vislumbra al fin la aurora que carece
de
color y aspira a una expansión
que
la niegue,
que
no se aferre al porvenir
como
la mano al puño, que es su potencia
y
su debilidad.
En
el laberinto de los sentidos nos perdemos
mientras
nos quede algo de disolución
y
esa ignorancia ignota del sabio
siempre
más perspicaz que el tonto que ignora
su
necedad.
Entonces,
no
estábamos justamente allí,
de
pie, en la orilla, junto al señor Palomar
que
miraba y todavía mira una ola.
SER OLA
Resiste
ola el instante de tu muerte
los
labios que sellan tu resignación
las
faldas del humor alzadas
sobre
un deseo que no ha llegado a nacer.
Resiste
sin resistir tu impulso
en
la imperiosa quietud de tu impulso.
Resiste
el rumor supremo de tu espuma
la
disparidad de tus formas volubles
en
su inminencia, estallido y declinación.
Se
es ola toda una existencia
estallada
en su duración.
Entre
un abrir y cerrar de ojos está la eternidad.
Felicidad
o
brisa apenas suspendida
en
la aspersión de la sal.
Que
así sea y
también
que
así deje de ser.
EL CÍRCULO ENCANTATORIO
Estamos
a oscuras
porque
conviene a quienes aún creemos permanecer
en
vista de que la luz decolora las telas.
Permanecer
sedentes en el amor
porque
además conviene a la oscuridad
si
es que alguien ha de morir de ella
o
de una permanencia en vías de cambio.
Mal
suena en el seno insonoro del sueño
exhortarlo
por encima del hombro,
allí,
donde un discurrir degrada la noche en nombre.
Conviene
al
deseo de quienes aún creen en el amor
todo
en vista de que la luz decolora las telas
los
pliegues del cuerpo han de permanecer así
porque
conviene también a la oscuridad
análoga
a una permanencia en vías.
En
cambio
mal
suena en el seno insonoro de la garganta
exhortarlo
por encima del hombro
cuando
discurre un sueño sin emisión.
Rueda
una meditación sin manillar.
Rueda
y declina. No,
no
se resiste. No es una templanza
suspendida
en la hora que cae
sobre
el tejado de un mundo sin testigos.
Yermos
concedidos
a petición de unos muertos
para
cultivar el rosal protervo de la repetición.
Porque
conviene que el alma permanezca a oscuras
en
vista de que la luz insonora de las telas
declina
bajo un risible discurrir.
Victoria,
victoria del amanecer.
No
ha logrado la noche sofocar la luz que decolora
el
porvenir
bajo
la hora que cae sobre los tejados rotos.
La
letra rota. Dónde. Estando ya lejos de aquí,
ya
demasiado lejos de allá.
Y
aunque prosiga estando mucho más lejos aún
propiamente
en la prosecución del eco,
en
el círculo encantatorio del eco...
REPORTA UNA DICHA AMARGA
La
autoridad de un cuerpo desmembrado
en
la vorágine del giro alienado,
en
la encrucijada paralizante
cuando
doblar la esquina no es posible
no
es permeable a la verdad
resulta,
digamos, permutable.
Cuando
al
incorporarnos del sofá dejamos
de
ser quienes entonces fuimos
mucho
antes aun de apoltronarnos
en
él.
Se
dio así, debida, indebidamente
pero
nadie ha caído en la cuenta
sino
más tarde que temprano
entre
el antes de dormir y el después
precisamente
de ello.
Caídos
de bruces al piso braceando
entre
el antes y el después.
De
la cama precipitándonos,
zahiriéndonos
las rodillas al trepar
en
forma perpendicular a la trinchera
para
no morir,
la
cobarde dicha a salvo
y
el pellejo, sí,
de
toda esquirla,
luego,
quiera
Dios no vuelva a ocurrir.
AMOR A LAS FORMAS
Enteramente
las formas se esparcen
a
dado el caso aparecen cuando
nada
dice que fuera a ocurrir lo contrario
alegría
de un fatigoso viaje que
sedienta
muere
por
haber muerto en otra vida
todo
cuanto se quiera y mucho más
ay
dolor
ay
verdad no menos dolorosa
de
esta suerte avergonzada
dulce
renta
anhelada
hasta morir
osar
amar
iseo
dolor
ardor
verdad
si cruenta
transida
luna
amanecida en el erial
tan
por encima del sol
y
tan por debajo de mí
vida
con
sus remedos de luz
y
sus defecciones
cuando
el sol que asoma
su
rubor
en
mí muere
con
la alegría
de
una alegoría ínclita.
POR UN ARTE SENTIMENTAL
Dudo
que las osamentas de los perros luzcan
piedras
preciosas.
En
un baldío a la sombra de un nogal
bajo
la misericordia cristiana de las horas
no
he visto más que moscas.
Perlas
viciosas en el escote trasero de un arte
cuyo
fuego fatuo destella en su noche más inspirada.
Es
razón del juego artero y su farsa combinatoria
propiciar
la astucia de eludir lo equino del pescante
por
inspiración y por resaca
ya
que viene a quedarse entre los vivos
de
pagarse rescate poco antes de morir
en
el retrete de una representación que parodia
un
retablo.
Perro
de riña con el corazón pulido como azogue
y
los dientes partidos en medio de una
diatriba
sin
torneo ni retorno.
Pulsado
en el fuera de sí y del mundo
pimpollo
es
un primor pertenecer a él
aunque
me pertenezca en su rotación y
traslaticia
traza humana
mundana
delicia de un orbe a secas
antediluviano.
Repetir
no
yo
no repito
desde
una visión del mundo planisferia
cuyo
digno rollo puede ser retirado del armario
de
la dirección donde
he
pasado las horas más perturbadoras de mi infancia
siempre
en
muy grata compañía.
LOS HAMBRIENTOS
En
ese campo pastan los hambrientos
con
la caída del sol, bajo las estrellas,
cuando
despunta el alba, encendidos
por
el filamento del mediodía,
pastan
allí en todo momento, fatigados
pero
sin claudicar, pastan incluso cuando la
extenuación
los echa en tierra y el sueño
los
sume en un lago muerto.
Así
son los sueños de los hambrientos
que
no cesan de pastar.
Carecen
de memoria de saciedad
por lo que abundan en un hambre
eterna.
Es un campo rico en pastos blandos
y pastos duros
pero los hambrientos no hacen
distinción.
Los pastos de ese campo crecen
en igual proporción en que son
cortados
por la voracidad hambrienta de los
hambrientos.
El pasto allí nunca escasea.
Que se den por contentos los
hambrientos
(jamás por satisfechos)
y que pasten por siempre en paz.
El buen pastor vela
por realización sempiterna de sus
pasturas.
ZORZAL
Cabe
la posibilidad de no morir ahora
que
suena esta obra de Part.
Pero
también la de morir lenta o súbitamente.
Dormirse.
Serenarse. Disolverse.
Cabe
la posibilidad de no escucharla
esa obra de Part,
en
todos sus
aspectos.
Sus murmullos,
sus
fraseos,
los
balbuceos de un propósito feroz.
Oír
atento o adormecido
pero
concitando indistintamente
la
apertura a un silencio del cual
nada
convenga agregar ni quitar.
Puede
que una aceptación,
acaso
tampoco eso.
Pero
la negación de esta obra de Part
es
una entre tantas posibilidades
de
morir o no hacerlo sino diferida,
postergadamente.
La
audición de la negación de esta
obra
de Part
Su
espectro inaudito alcanza
una
extensión imposible de discernir
en
todos sus aspectos.
Pero
siempre cabe la posibilidad de
no
escuchar una sonata de Bartók
y
optar por la Sinfonía
Simple de Britten
o
el canto de un zorzal.
Luis Bacigalupo nació en Buenos Aires
en 1958. Es poeta, narrador y editor. Ha publicado en poesía Trogloditas (1987),
Yo escribía un poemita (1988), El relumbrón de la claraboya (1989),
Madagascar (1989), Las purpurinas (1989), El océano (1992)
y Elíptica del espíritu (1995); en narrativa, la novela Los
excomulgados, precedida por La deuda (2000).