jueves, 17 de septiembre de 2015

Carlos Bègue: poemas





Carlos Bègue

























 



TRENO

Madres cuyos críos la muerte ausenta
herida el alma por el bien perdido
ataúdes de cristal mecen en vela
así  botan gusanos al olvido.

Consuela la promesa de otra vida
leve alivio para tan honda pena
remontadas en gloria las cenizas
pascua de la carne,  dicha duradera.

Cuando alto truene el  toque de trompetas
anuncio de la vida para siempre
júbilo advendrá hubo llanto
entre coros de alabanza sostenidos.

Sellado a tiempo de Adán en el destierro
está el día en que al mundo amanecemos
y el postremo también de cada uno
bajo guarda de querubes en los cielos.

Es ritual que antes caigan los marchitos
parabién si anduvieron sin falsía;
dolor esa mortaja prematura
segada vida tierna en un suspiro.

SOLANO

(11-V-1974)
In memoriam
Carlos Mujica

Blanca piel la del pastor
más oscuro su rebaño
nunca olvida este cantor
cuánto luto en aquel año.

Los villeros lo rodeaban
siempre daba sin pedir,
desde afuera  recelaban
jamás hartos de mentir.

En Solano rezó misa
ante lobos emboscados,
miran fijo, llevan prisa,
bajo el saco van calzados.

“Pulso firme y puntería
quiero el fiambre despachado”,
cantó el Brujo en su guarida
entre cuernos sofocado.

Tanta sangre en la vereda
¡qué prenda de sus lealtades!
 No revoleó la moneda
ni se brindó por mitades.

A Dios, por orden sagrado,
con los votos su atadura,
a los pobres, tan velados,
por cumplir las escrituras.

Un mismo amor sin medida
ni apego a la propia vida,
un sufrimiento vicario
de aquel grito en el Calvario.

Va tendido, en agonía,
¡Abran cancha! ¡Al hospital!
Falta otra felonía
en la empresa criminal.

La patota carroñera
que el quirófano copaba
obtuvo sin mucha espera
la certeza que buscaba.

Ya se llevan el cajón
en cortejo funerario.
Diz le sangra el corazón
a Cristo en el sagrario.

Con la palma del martirio
junto al Padre desde el cielo
hoy su imagen con un cirio
da la paz y trae consuelo.

ENCUENTRO

En su finca de Palermo
Rosas avanza al tranco
por la avenida de lapachos
                vestida de niebla.
Visita a Urquiza;  de sopetón, nomás,
le ojea las pilchas de milico;
ese pingo no es de su tropilla, don Justo.
De Caseros ni mus
tampoco le enrostra su retobo
la traición es asunto de fechas
nada de bellaco, alacrán
             o Supremo Pajuerano.
Manso como conejo
los suyos son dichos de estanciero
¿Sabe, vecino? Donde cantan gallos
no pían las gallinas
y hay paz en los corrales.
Hoy por hoy, usted y yo, el Restaurador
ordenaríamos en campaña
y ¡al carajo! los yuyos brujos
con sus lenguaraces y sus mañas.
De guapo a guapo
¿no somos como culo y calzón
para tirar parejo con la hacienda?
Desde el río sube una brisa fresca
viene clareando
lo anuncia la diana del zorzal.

CANCIÓN

Los jacarandaes, los jacarandaes
traen alegría, alejan los pesares
sus flores lilas inspiran los cantares
bálsamo del alma, luz de mis andares.

Si el tiempo se te acaba
o te lastran los rencores
encuentra un banco en la plaza
y mira fijo esas flores.

No arrastres nunca las culpas
es una causa perdida
aunque con llagas ocultas
saca adelante tu vida.

En este mundo de sombras dolientes
unos tienen nivel y otros plomada,
sólo el pez muerto sigue la corriente
mejor ser gorrión que águila enjaulada.

NOCTURNO PORTEÑO

¿Qué tiene la noche que no tenga el día?
Para las palabras cierta tregua
(aunque ellas duermen con un ojo abierto)
                     manos furtivas
reacias al cepillo y al jabón
las soban hasta la última letra
en cualquier frente o paredón a tiro
revistiéndolas de oprobio, ¡pobrecitas!
algunos jeroglíficos murales…
¡Alerta! Torvos durmientes han despertado:
el ejército de los 12 monos
dizque entró en operaciones
es chamuyo posta en las ranchadas del suburbio.
Tiembla en el aire la sospecha
ratas en patota corren la maratón de las cloacas,
libres de miasmas los divanes
¡ay! cuánta angustia, Tata Freud, seca de consuelo.
Con el seso achicharrado
entre rondas de birra y paco
pálidas siluetas se fuman la vida.
Insidioso, previo a su emboscada,
¿qué perverso apaña una flor por cortesía?
Pelagatos por mayor apolillan al sereno,
sin catrera; los más conspicuos
se encogen sobre cartones, el bagayo cerca,
trofeos de rebusque trufados por la mishiadura.
Nadie oye la pisada de los días
chingados desde fetos
ninguno espera el pan de mañana
ninguno recuerda preguntas de inocente
¿alguna vez lo fueron?
¿hubo mondas tetas maternando?
¿cuna? ¿pañales? ¿caricias? ¿delantal blanco?

Con aire de malón
el reviente ha invadido la ciudad de los bemoles
donde nunca cesa el derroche ni la usura
donde nada vale nada
y malviven las ovejas perdidas,
en breve calvas de lana
si tarda el rescate del pastor benigno.
“Está linda Buenos Aires”. ¡Minga!
¿Y qué de la puerca vida? La desquiciada.
Cacodelphia, capital del tango,
sal en las llagas de cien barrios,
los de siempre empuñan la sartén por el mango.
¿Hay excluidos? Debajo de la alfombra los barremos
¡y adelante la milonga!
Disculpen, che, el desdén de mirar hacia otro lado
pero ciega tanta mugre, tanto andrajo.
Ceño fruncido y otro tanto su trasero
“lo que duele es aceptar la realidad”,
rumia el señor del peluquín negro
gestor de chanchullos con el dólar
ayer rufián de poca monta entre putas destetado.
A pasos del bulín de los espejos,
su casita de muñecas tantas veces desvestidas,
el colchón sobre la ochava
donde atorran dos fulanos más sus perros
mano a mano con la pulgas
dispara en él presagios nebulosos
¿O no será inquina atragantada, caballero?
Arduo es vislumbrar el rostro oculto
de quien su divino origen sermoneara
tras la jeta del cusifai roñoso
o de aqueste linya flojito de mollera.
Dejá de pensar en vos primero
“la desdicha del pobre es tu ventura”
ya lo dijo Francisco, el de Quevedo,
“si socorres su afán y pena dura”.
¿O te alivia el cuore, limosnero,
embocarles un güesito de costado?



Carlos Bègue (Buenos Aires, Argentina, 1935). Narrador y poeta. Ha publicado Oscuro tesoro de la muerte (cuentos, Premio  Municipal de Literatura de la ciudad de Buenos Aires, 1984), El paseo del Centauro (cuentos, 1983), Buitre de pesares la memoria (novela, fue finalista en 1999 del  XVII Premio Herralde, Premio Osvaldo Soriano, Mar del Plata, 2001 y Primer Premio del Fondo Nacional de la Artes, 2003). En poesía es autor de Los Cardales (1986). Le decían cabezón  (cuentos, obtuvo una mención en el premio Casa de las América (Cuba, 1987) y en Uruguay el primer premio del concurso Cuentos de Inmigrantes.