lunes, 12 de abril de 2021

Oscar Hermes Villordo: Poemas

 

Oscar Hermes Villordo















BUENOS AIRE DUERME

No pises fuerte.
Que la baldosa 
floja no suene.
Que la hoja seca
no ruede.
Que no hagan ruido
los papeles.
Que no despierte.
Cuando en la sombra
las estatuas
velan y crecen,
la mira el río
con sus peces.
Que no despierte.
Suéñala cuando llueve.
Ahora duerme.


EN HUANCAYO, PERÚ

En Huancayo, Perú, hay una casa.
Y en la casa hay un hombre.
No sé las señas ni sé el nombre
de la casa y el hombre.
Apenas visto, apenas entrevista,
les diré lo que pasa.
En Huancayo, Perú, perdónenme que insista.
Me dijeron, y es cierto,
que en la casa, un viejo restaurant,
cuando se queda el comedor desierto,
los niños de Huancayo comen pan.
Todos los niños pobres, los que tienen
hambre y ensayan ya, como un mendigo
hecho de muchas manos,
el gesto del castigo
de ser la humanidad de donde vienen,
de estar entre los hombres, sus hermanos.
Los he visto parados en la calle
ante la puerta misericordiosa.
Para que el hambre no los halle,
se ocultan en la sombra,
se hacen guiños.
Brilla la oscuridad como una rosa.
El hombre dice: "Entra, si puedes".
Y el hambre no se asombra.
El hambre hermoso de los niños
por la maldad de ustedes.
Entonces entran, comen.
Saltan entre las ollas con el salto
del pajarito en el asfalto,
del pajarito solo en la ciudad.
Los que se asomen,
verán la cara de la caridad.
Yo no he visto otra cara.
No sé las señas ni sé el nombre
de la casa y el hombre.
Tampoco el hombre preguntaba
si el hambre es mucho o poco.
Les digo esto para
que dejen sus corteses modos:
el hambre de los niños es la maldad de todos.
Si quieren más, yo estaba ahí, miraba.
Me comía mis lágrimas, la parte que me toca.


COMO EL AGUA SIN FORMA  

Como el agua sin forma, como el agua desnuda, 
de rodillas caída —inmortal y secreta—, 
así el alma en la tierra, el alma del poeta, 
ante la realidad que es terrible y es muda.
En su lengua los muertos miran la luz del día 
y hay alguno que vuelve de la nada, hay alguno, 
porque todos los hombres en su lengua son uno, 
y no hay tiempo, ni edades, y una es la melodía.
La luz sin sombra canta, la luz del Paraíso, 
y adora la belleza, que termina en horror...
Pero es su canto sólo la sombra del amor 
que cae sobre el mundo, para el que Dios lo hizo.
Entonces, como el agua, como el agua caída, 
va buscando su forma, y es el cuerpo su vaso. 
Pero nada comprende su mirada, y acaso, 
es sólo un resplandor que contempla la vida.


HISTORIA (Fragmentos)

2

Los árboles colmados de sol en la mañana,
la claridad del agua de la fuente en la fuente,
la mejilla del niño con rubor de manzana
y el asfalto en la luz, el asfalto crujiente,
lucen con la alegría de la paloma en vuelo,
de la paloma en vuelo que remonta lo alto
por guirnalda de amor, por guirnalda del cielo
del árbol, de la fuente, del niño y el asfalto.

3

El mendigo camina — ¡Oh, qué noche de frío!
Lo asalta por la acera un gorrión matinal.
Y mira sorprendido sus manos con rocío,
la forma de su cuerpo mojado en el umbral.
  El mendigo camina. Pasea sus harapos
por la ciudad henchida, rosa de luz y ruidos.
Como la nube oscura tiende al cielo sus trapos,
él pasea los suyos entre muros y nidos.

7

Aquí, desde la cama blanca del hospital,
vería la ventana y los árboles... tal vez
un pájaro cantase... porque todo está igual:
sus zapatos, su libro para leer después,
y hay pájaros que cantan... Tal vez la muerte
iría diciéndole palabras, y era el contorno lucio
de las nubes en él, ¡no esta penumbra fría
con su friso deshecho de nubes de humo sucio!

8

Dentro del colectivo tiemblan las ventanillas.
La vida es esto, dicen: buenos y malos ratos.
Oigo en silencio y miro, sobre mis dos rodillas,
el paquete en que van tu libro y tus zapatos.


LOS PARAÍSOS

El alto cielo azul tiene una nube alta.
Los paraísos tienen el ansia de ser nube.
La frescura del verde de sus hojas me asalta:
lloro en mi corazón por lo que nunca tuve.
¿Hay un prado de verdes y azules eternos
donde tiembla una forma de infinita blancura?
El pomo de la nube siembra capullos tiernos.
Los paraísos tienden sus ramas a la altura.


 
OSCAR HERMES VILLORDO, Poeta, narrador y periodista (Machagai,  Chaco, 1928-Buenos Aires, 1994).  Ejerció el periodismo y la crítica literaria en los diarios La Prensa y La Nación de Buenos Aires y en La Gaceta de Tucumán. Fue autor de varios libros. En Poesía publicó: Poemas de la calle (1953), Teníamos la luz (1962), y El bazar (1966). En Narrativa publicó: Consultorio sentimental (1971), la trilogía homoerótica La brasa en la mano (1983), La otra mejilla (1986) y El ahijado (1990); en ensayo  publicó: Genio y figura de Adolfo Bioy Casares (1983) y una biografía de Manuel Mujica Láinez, Manucho (1991). Integró la comisión directiva de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores). Fue conferencista, y en tal carácter visitó algunos países latinoamericanos, y Grecia, donde fue especialmente invitado. Fue premiado con la Faja de Honor de la SADE (Sociedad Argentina de Autores), la Pluma de Plata del Pen Club Internacional, el Premio Municipal de Literatura y una beca Fullbright. Residía en la Capital Federal.