viernes, 10 de junio de 2011

Esteban Moore: Jack Kerouac, poeta de la inevitabilidad.

Jack Kerouac





















Nació en 1922 y murió repentinamente el 21 de octubre de 1969, cuando su corazón, hostigado por los medicamentos  y el alcohol, dejó de latir.
Fue el autor de una serie de novelas de las que En el camino (1957), su obra más conocida, lo expuso ante una generación de jóvenes que lo transformaron en su modelo arquetípico, exigiéndole que representara en la vida real el rol de sus personajes en la ficción. A partir de esta situación ya no hubo punto de retorno a los días en que él, aún un desconocido, podía decidir qué hacer con su vida; el whisky se convirtió entonces en su  válvula de escape, en su modo personal de evadir los días tumultuosos de su fama. En su velatorio John Clellon Holmes dijo que parecía un anciano; sólo tenía 47 años de edad.
Kerouac  junto a Allen Ginsberg, William Burroughs, Gregory Corso, Gary Snyder y  Lawrence Ferlinghetti entre otros, conformaron  un  grupo  que en la actualidad, y a pesar de sus marcadas diferencias estéticas y políticas, reconocemos como los ‘Beats’ o los integrantes de la ‘Generación Beat’. Acertadamente  bautizados por un entonces  joven periodista del Washington Post, Al Aronowitz, como una “comunidad de mentes lúcidas”, cuya intención era la de interpretar una nueva sensibilidad que se estaba gestando en la época.
En 1944 Lucien Carr, Jack Kerouac y Allen Ginsberg pasaban largas horas en los cafés y en las cervecerías de la ciudad de Nueva York teorizando acerca de la ‘Nueva Visión’ (New Vision), cuyos tres conceptos fundamentales eran para ellos los siguientes: la desnudez de la autoexpresión es la semilla de la creatividad; la conciencia del artista se  expande en  el desorden de los sentidos; el arte elude la moralidad convencional. En ese momento estaban persiguiendo fantasmas, no lograban recrear sus ideas en la página en blanco. Recordemos que para la aparición de dos textos fundamentales de la literatura norteamericana contemporánea como Aullido de Ginsberg y En el camino de Kerouac,  aún habría de  de transcurrir más de una década. No obstante, estaban sucediendo muchas cosas que el mundo académico no deseaba percibir. En la década de los cincuenta comienza a producirse el endiosamiento de los procesos creativos espontáneos: las pinturas chorreadas de Jackson Pollock, el surgimiento del método de actuación del Actor’s Studio, el verso projectivo de Charles Olson, las cuadros en los que  Helen Frankenthaler  derramaba la pintura; el primer ‘happening’ en la universidad de  Black Mountain  y el Cinéma vérité.
En 1950 Kerouac recibe una larga carta (23.000 palabras) de tono confesional escrita por  Neal Cassady, otro de los integrantes centrales del grupo a quien inmortalizó en sus textos como Dean Moriarty y Cody Pomeray. “La carta de Joan”, como es ahora conocida,  fue considerada por Kerouac como una pieza maestra de la prosa moderna y lo inspira para escribir textos en los que las inhibiciones literarias, gramaticales y sintácticas no estuvieran presentes. Éstos son los años en los que descubre  la ‘prosa espontánea’, también reconocida como la ‘prosodia del bop’ y comienza a imaginar una poética personal. En el proceso creativo el tiempo es la esencia de la pureza del discurso, el lenguaje que captura la inevitabilidad de las formas es   flujo ininterrumpido de personales y secretas palabras-idea surgidas del inconsciente,   como la zapada que realizan los músicos de jazz. El objeto está situado frente a la mente, como cuando bosquejamos un paisaje o una taza de té, quizás éste se halle en la mente, por lo tanto las formas se presentan desde la memoria de una imagen objeto.  La estructura de la oración no debe ser separada arbitrariamente por los signos de puntuación. Sólo deben aceptarse  las pausas de la respiración  que son esenciales al ritmo del habla.
Durante su breve vida produjo una serie de novelas, once de ellas escritas en  el período 1951-1956, que integran una extensa saga autobiográfica denominada la leyenda de Duluoz, en la que él personifica al héroe de sus propias aventuras, muchas de ellas imaginarias, y en la que prevalece una mirada poética de las cosas y el mundo. Cuando le preguntaban acerca de sus opiniones respecto de la escritura, no se esforzaba en hacer diferencias entre la prosa y la poesía.  Sostenía que sus ideas se aplicaban tanto a uno como otro género, la espontaneidad como método traspasaba los límites de las formas de la escritura. Le gustaba decir que cuando estaba trabajando en una novela cada párrafo era un poema dentro de un extendido texto que flotaba en el mar de la lengua inglesa.
En 1959  se publicó  Mexico City Blues y en 1960 La escritura de la dorada eternidad, los únicos libros de poesía que dio a conocer en vida. El primero de ellos incluye un conjunto de textos  que escribió en agosto de1955  en la ciudad de México. En él intentó continuar con las  meditaciones sensoriales que había iniciado el año anterior en  un libro de poemas titulado San Francisco Blues. Los textos incluidos allí no son  el producto  de meras transcripciones literales de la conversación de su amigo Bill Garver, más bien tienden a reflejar la relación que se produce entre las palabras que verdaderamente oye y  las asociaciones que éstas  producen  en su propia memoria. A través de este procedimiento que él asociaba a la música de jazz,  logra una plena identificación con  músicos como Bud Powell, Charlie Parker, Lester Young, Gerry Mulligan y Thelonius Monk, que rindieron culto a la espontaneidad compositiva.
La escritura de la dorada eternidad, está compuesto por sesenta y seis  poemas breves en prosa cuyo hilo conductor es el deseo del autor de expresar beatíficamente su búsqueda de la paz y la felicidad en armonía con el universo. Una larga meditación que incluye a la manera del koan japonés una serie de acertijos con el fin de generar la iluminación.  Fue escrito a instancias de Gary Snyder quien en 1956 le sugirió que ya era tiempo de  que escribiera un Sutra  a la manera de  los sermones del Buda Gotama . Kerouac lo hizo rápidamente y luego corrigió cada uno de los poemas expresando que en este caso, al tratarse de una  ‘escritura religiosa,’ él no tenía  el derecho de ser espontáneo.
En 1971 City Lights,  la editorial dirigida por su amigo Lawrence Ferlinghetti, publica Scattered Poems (Poemas dispersos); y recién en 1992 aparecerán con el mismo sello  Pomes All Sizes (Poemas de todo tamaño), prologados por Allen Ginsberg; y no será hasta 1993 que se reedite Old Angel Midnight (Anciano Ángel Medianoche), un ejercicio de prosa espontánea que al igual que Octubre en la tierra del ferrocarril, justifica la opinión de aquellos que sostienen que Kerouac es ante todo un poeta y que clasificarlo de acuerdo a los géneros es una distinción artificial. A mediados de la década de los cincuenta envía desde México una carta en la que expresa que él se considera un poeta  y que, a diferencia “de otros poetas que escriben pequeñas líneas cortas”, él escribe “líneas párrafos de muchas y muchas más páginas”. 
La influencia de Jack Kerouac, dirá Allen Ginsberg,  “...es mundial, y no solamente espiritual, a través de la cultura planetaria de los ‘ beats’, sino a nivel poético...”  Es paradójico que un escritor considerado fundamentalmente un narrador por la mayoría de los críticos académicos (durante años no han incluido sus poemas en las antologías) se destaque por ejercer  sus influencias más importantes a nivel poético. Muchos y destacados poetas contemporáneos así lo reconocen.
Gary Snyder dijo: “Cuando leí por primera vez Mexico City Blues fui sorprendido inmediatamente por su serenidad, el modo en que el texto se traslada sin esfuerzo –aparentemente sin esfuerzo- al mismo tiempo la constante sorpresa elevándose desde las palabras, algo estaba sucediendo siempre con las palabras.”  Michael McClure expresa: “Me inspiré en su musicalidad, en la belleza simple de cómo él entiende lo divino en el mundo cotidiano...la voz más ínfima equivale al más heroico pedazo de materia.... Existía en su poesía el movimiento  a través del espacio de una energía, un sistema que actúa para organizar ese sistema. Sus poemas son como un ser viviente.” Robert Duncan nunca ocultó su admiración por él. Robert Creeley, cuando recuerda esa época enfatiza:  “Jack poseía un extraordinario oído, ese impecable oído que podía escuchar formas en los sonidos y los ritmos del lenguaje hablado. Extraordinario oído en el sentido que podía controlar una estructura plena de vida e insistentemente natural.”
Los músicos no han escapado a su  influencia. Bob Dylan relató en 1975 que fue la poesía de Kerouac la que lo impulsó a dedicarse al mundo de la trova. En esta  lista se incluyen también  Mark Sandman y los músicos integrantes del conjunto Morphine,  Michael Stipe,   Steven Tyler, Magie Estep,   los integrantes de Helium,   John Cale,  Lee Ranaldo,   Patti Smith y   Jim Carroll. Los actores Matt Dillon y Johnny Depp, quienes leyeron sus poemas en el homenaje que le tributó la Universidad de Nueva York en junio de 1995, dijeron que su poesía había cambiado la imagen que ellos tenían del mundo. La lista de los que han sido tocados por la voz de Kerouac podría extenderse durante páginas, sólo diremos que las generaciones posteriores han sabido capitalizar la brisa renovadora que comenzó a finales de la década de los 50, cuando muchos escritores norteamericanos comprendieron que para expandir su modelo, o mejor dicho su visión, era necesario trabajar a partir de la oralidad cotidiana de esa institución que Ginsberg llama ‘nuestra lengua vernácula’. En este aspecto la poesía de Kerouac ha sido fundamental en la creación dentro del universo de la lengua inglesa de un tono y una prosodia distintivos.
Este hombre agobiado, de gustos simples, que reía francamente cuando recordaba los gags que protagonizaban Curly, Moe y Larry en el show televisivo Los tres chiflados,  a quien sus admiradores continuaban confundiendo con Sal Paradise,  Jack Duluoz o Ray Smith, decidió hacer un balance de  su vida.  Pocos días antes de su muerte escribió un artículo que tituló “Después de mí, el diluvio”. Éste fue publicado el 12 de octubre en un periódico  de Miami, y reimpreso póstumamente por  grandes diarios como el Los Angeles Times o el Washington Post retitulado en sendos casos: “Hombre, soy el abuelito de los hippies” y “Las últimas palabras del padre de los beats”. En él Kerouac se pregunta acerca de qué es lo que piensa en ese momento.  Se pregunta cúal es su sitio en la sociedad, quiere saber si su lugar está entre  políticos o   revolucionarios, entre  policías o   ladrones, entre  agentes de impuestos o vándalos.  Dice: no estoy exento de impuestos, no soy un hippie-yippie. Concluye: debo ser un bippie en el medio. Decide que debería salir de su encierro y contarles a todos, o dejar  que lo convenzan de  que él es en realidad el gran padre blanco  y progenitor intelectual de revolucionarios alienados, fracasados, de una generación antibelicista, e incluso de los  ‘beats’. Desea que  Dios lo libre de las responsabilidades de ser considerado  el padre de la prosa espontánea moderna. Pero en realidad ésa no es la cuestión, el quiere  saber cómo puede ser el padre de Jerry Rubin, Mitchell Goodman, Abbie Hoffman, Allen Ginsberg y de tantos otros seres humanos afectuosos y queribles de los ghettos de América que dicen haber sufrido más que los portorriqueños y los negros en sus propios barrios. Piensa que toda la confusión se debe a que no entendieron que  él simplemente   quería escribir  una crónica fáctica de una aventura real en el camino utilizando una lengua verdadera, y fue mal interpretado. Dice  que en ese momento realmente necesita que aquellos que creen saber lo que él necesita se callen la boca. Moriría sin saber lo que había logrado. Su escritura exhalaba  el pausado ritmo, la música profunda, arrastrada  de los blues; el prolongado fraseo de los jam sessions; la  velocidad brutal de las autopistas.