joséagustín hayadelatorre |
Obituario
He encontrado la muerte
escrita en mi nombre
reposando sobre mis
restos
asfixiándome en su trazo
violáceo
que no deja ocultar mi
rostro insípido
Debo
despojarme de mi existencia
quemar la
vestimenta epidérmica
y horadar
mi sangre
Ya ni la mano
que muy delicadamente
puede resquebrajar mis
vértebras
con extremo placer y
dolor
se desliza sobre mi
cuello
Callo
mutilado y gutural
dando vueltas sobre mí desconociéndome
cuando
penumbrosas alas de cristal me recubren
y
vislumbro tu recuerdo
deseando
decirte que te amo
siendo muerte quien
invade mi corazón
Deseo volver a soñar
que estoy vivo
para morir mirándote a los ojos y
renacer
He
encontrado la muerte escrita en mi voz
que
agoniza y se muerde
cuando
es sombra quien sólo se ve
y
no se halla
Y
mis ojos...
Y mis ojos
dónde están mis ojos
Sino mirando firmemente
el rostro de la muerte
que me besaba
lamiendo la herida que
todo humano porta aún sin cicatrizar
Yo acariciaba su
delicado rostro
quemante como la piel de
una serpiente
cortaba mis párpados con
los mismos
vidrios
que habían intentado enterrar
ese
terco animal que a sí se traiciona
De este mundo
me han enseñado a
mutilar
hasta mis excrementos
Con
la sangre vertida
la
piel rasgada
y
como único alimento el pienso
igual
me defenderé
Haré un yelmo de espejismos y de sueños
utópicos
No seré maizal arrasado por langostas
que en sus palabras
buscan refugio
y que a veces a mi
rostro se asemejan
y contra ellos o yo
peleo
Claman algunos la
opresión
menospreciando la
nutricia de madre naturaleza
y la propia humanidad
Pero mis ojos
también miran firmemente al amor
con los mismos ojos de la muerte
los mismos recuerdos que en vida tuve
Y
mis ojos dónde están mis ojos
(De Canto de la herrumbre)
Verte
con los ojos…
Verte con los ojos sangrantes
y decirte Yo
Yo
de óseas cavilaciones
y
epidérmicas voces
que
en vértigo goce asumo vivir
Verme y pensar en la aniquilación del Todo
despojarme del Verbo
concebir la
Nada en Mí
y
decirme Tú
Aprender de la Naturaleza la voz del
Silencio
sin
saber rostro
sin
callar palabra
sin
temer al vacío
y seguir mi rastro
hasta
devorarme
(De Nocturno del Alba)
rastro
las virtudes de un poeta son las de un asesino: a galope sobre un
caballo ciego intenta lacerar una selva
pétrea hasta encontrar su arteria. escucha su sí mismo, el que no es él donde
es todos, y embellece la destrucción y sueña lo que destruye dándole a los
muros la forma de su rostro. vierte estío al doblar de las campanas y cría
nervios. nombra toda geografía humana, nube, sal y margen, en su universo de
una sola palabra al fraguar el reflejo del silencio. cincela murmuros. recrea
cosmogonías como pájaros de niebla que recubre de escamas doradas. detiene
sístoles y diástoles para transformarlas en geometría pura: materia donde los
cuerpos oscuros brillan a la luz. su escisión renace cuando la flor vuelve a
ser tallo y éste desaparece, desparece, desaparece, desaparece… y se levanta
ante su atávica derrota: la palabra.
Desinencias
¿De qué metal es tu voz?
A esta hora llega el
sastre del sol, volando en su bicicleta blanca, a tocar el acordeón. Yo lo
acompaño, calibro la utopía del cuervo de ala blanca. Y en mi movimiento
siembro médanos y corales, reparto el sueño de los peces, y disecciono del
mendrugo la caries de oro del empoderado, del que se coloca la corona de rey y
fabrica lisos botones con los huesos de sus hijos, aunque por el ojal de mis camisas
y pantalones se oigan, puros, sus nombres.
¿De qué metal es tu voz?
Los pájaros llegan tras
la lluvia, cuando despunta el alba con sordina, trompeta y saxofón. Yo los
acompaño, labro la tierra donde cómodamente defecarán para luego cultivar
algunos puñados de semillas. Y en mi movimiento arrastro troncos y otros
maderos, que serán vigas, que serán traviesas, hacia las orillas del estuario,
y disecciono del báculo las joyas, pues este será ahora bastón de ciegos o
azadón: la oscuridad translúcida me guiará.
¿De qué metal es tu voz?
Bienvenido sea el pastor
de las nubes, y su piano de luna y noche, a entregarnos resplandores y algunas
tormentas. Yo lo acompaño, remanso las hélices de los torbellinos para dejar
sujetas algunas raíces y luego dibujar un arco iris. Y en mi movimiento
recolecto neblinas hasta su disolución, fortalezco los tallos nacientes en los
barrancos, y disecciono de la capa bordados, broches y algunos rubíes, e
hilvano un saco donde recoger el polvo de los días y un poco de brisa salina
para limpiar mis heridas.
¿De qué metal es tu voz?
Pasen, pasen escrituras,
ha llegado su tiempo y el rasgueo de violín y charango, en un territorio donde
el idioma cambia todos los días. Yo las acompaño, pronuncio el mismo vocablo,
la diferencia entre pirata y corsario, para esparcir viruta en las calles
empapadas y recibir al que escribe sus cartas en el aire. Y en mi movimiento
fundo mi nombre en la misma hoja de acero que lo ha inscrito, ahí, donde señala
la luz, en la sombra, y disecciono de las bulas las palabras que dicen de un
yo, de un me dije, de un les dije, de un nos dijeron.
Afinidad del escalpelo.
(De poemario inédito)
joséagustín hayadelatorre (Lima,
1981) Estudió Literatura en la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. Fue miembro del grupo de creación y publicación literaria
Sociedad Elefante, del comité editorial de Distancia
Crítica: aportes hacia una nueva conciencia social y redactor de la
revista electrónica de humanidades Periplo.
Ha publicado los poemarios Canto
de la Herrumbre (2006) y Nocturno del Alba (2008).
Asimismo, ha participado en festivales nacionales e internacionales de poesía,
así como en congresos de Literatura. Actualmente, es candidato a doctor en
Literatura por la
Universidad de Salamanca, España.
Sobre la poesía de joséagustín hayadelatorre:
Una poesía sui generis
respecto a la de sus contemporáneos en tanto su estilo. La vocación del poeta
no solo va por el cuidado extremo de la palabra, sino por alcanzar la
elaboración de imágenes precisas para cada verso y poema no dejando cabo
suelto. Hayadelatorre intenta con su poesía, además del lirismo inherente, una
exploración personal en la lengua española para recrearla y conseguir así un
estilo y lenguaje propios que, con cada nuevo poemario, se hacen cada vez más
reconocibles. La muerte, la soledad y la alusión a la entidad corporal suelen
ser frecuentes en su obra, temas que explora con un tono íntimo de
cuestionamiento. Para ello, no duda en hacer uso de toda la extensión de la
hoja, y así disponer de los espacios según los requerimientos de cadencia de
cada poema, aunque sin llegar a elaborar caligramas.
Mario Pera: Mirando sobre el heno. Muestra de poesía peruana reciente
Pesa. Pesa bastante y suele abrumar a no pocos el
saber que, de algún modo, eres heredero de las palabras de algunas de las más
grandes figuras de la poesía en lengua hispana. Tener entre esos “ascendientes
poéticos” a escritores de la talla de Eguren, Westphalen, Adán, Moro, Churata,
Eielson, Varela, Hinostroza, Cisneros o Watanabe, quienes conforman un
concierto bien afinado de voces, es una piedra muy pesada en el bagaje de
cualquier poeta. Y no hablo aquí de Vallejo por un olvido involuntario, sino
porque, por el altísimo nivel de su poesía, considero que este ha pasado a
formar parte de la tradición poética mundial, y no sólo de la peruana. Todos
estos poetas mencionados, y varios más, han elevado una valla tan inexpugnable
como espléndida para quienes apuestan en estos días por escribir poesía en el
Perú y publicarla. Siempre con la intención de estar a la altura de una de las
tradiciones líricas más sólidas e importantes en el siglo XX, como lo es la
peruana.
Sin embargo, llegados al nuevo siglo
y luego de un par de décadas en las que hubo un ensimismamiento de la poesía
peruana contemporánea (creo producto del conflicto social interno y de la
política represiva que gobernó el país en esos años), han saltado a la arena
nuevos autores quienes se encuentran en la ardua tarea de redefinir y
configurar un norte para la poesía escrita en un país que, valgan verdades,
poco o nada valora y aprecia la trascendental función que para su cultura,
identidad y desarrollo ostenta la poesía. Estos noveles poetas, quienes
iniciaron su obra en los primeros años de la década del 2000, y otros a partir
de la década del 2010, continúan en un caso condensando su propuesta y, en
otro, en plena indagación y estructuración de un proyecto poético personal.
Es en este panorama, quizá no tan
alentador, que han surgido las voces de poetas los que no tienen nada en común
pero que, de tenerlo, ese único punto es, a mi juicio, la responsabilidad y
voluntad férrea con la que abordan su labor creativa para acercarse (o
alejarse) del hecho poético y transitar por el centro y los límites, nunca bien
definidos, de la poesía.
En Mirando sobre el heno. Muestra
de poesía peruana reciente, mi intención es el
ofrecer una mirada a la poesía de autores peruanos nuevos, cuyo trabajo me
parece atendible y serio. Poetas a los que de manera arbitraria califico como
“jóvenes”, pese a que para muchos, sea por edad o por los méritos logrados por
su obra, ya no lo son. Como bien sabemos el criterio de juventud siempre tendrá
sus reparos, más aún en la poesía que es un terreno en el que aquel es un
concepto aleatorio, siendo que esta vez me decidí por fijar el límite de
selección para poetas que a la fecha (diciembre de 2014) han cumplido, máximo,
los 35 años de edad.
Se trata de poetas que han iniciado
su camino con la venida del nuevo siglo y quienes han nacido en distintas zonas
geográficas del país, por lo que proceden de entornos sociales y culturales
disímiles entre sí. Doce poetas peruanos, ocho de la capital y cuatro de
provincia, repitiendo estos mismos números en cuanto a género. Lo que espero
proporcione una visión general, jamás total, de lo que los poetas recientes
vienen creando por este lado del mundo.
Por supuesto, la presente muestra en
ningún momento pretende ser restrictiva o excluyente, y menos aún del tipo
canónico, pues ello sería un completo absurdo y, más, una necedad. Mi propósito
se centra aquí en dar a conocer parte de la obra lírica de jóvenes poetas
nacidos en Perú que, en mi criterio, merecen ser leídos con atención.