Benggi Bedoya Rosales |
Sin nombre
A mitad de lo implacable,
¿Cómo ocupar el ánfora,
el recuerdo,
O contemplar un cuerpo orillado por el tiempo,
Si he heredado los brazos de las
sombras?
Y el ombligo ya no es más sosiego,
Sino el osario de
las flamas
Que mueren lentamente.
A mitad de lo implacable
Y de ti desterrada.
¿Y ahora cómo pinto si todo es tan reciente?
Cómo lograr palabras que te alcancen
Y no sean simples hijas del momento.
Desde un monte
canto.
Es de noche/ lugar santo/ donde nace
Naturaleza extinta,
Donde nace este intento de volver a ser rama.
Origen
Con los viejos rumores ha llegado
Vestido por el polvo de las ruedas.
Ha llegado con el Adviento
De la primera decepción.
Cuando fui niño armé cada una de las piezas
Con la licencia
Del primer aprendizaje.
Más tarde crecí, y mis manos
Moldearon todo el barro de mi reino.
Y edifiqué la casa de los pájaros.
A los veinte, conoció mi corazón
El antiguo mar de los espejos
Que aprendimos a mirar
Como dos lobos marinos
Tendidos bajo el cielo de sus vientres.
A los sesenta y dos
Mi última alegría
Fueron las cartas en letra de molde
Envueltas en un cuadro impresionista.
Ahora, me quedan sus huesos
Que he adorado con un fuego
Que mi lengua va apagando.
Ha llegado con las luciérnagas
Amancebando el filo de las cuerdas a mi cuello.
Para ocultar la perla que habita desde siempre
En el origen o en mi casa o en mis huesos.
Para llevársela.
Dédalo
Dicen que el hombre más inteligente
Conoció, también, la envidia.
Del revés de su mano nació
El ave que anida en setos y evita las alturas.
Dicen que edificó un antiguo y colosal
Laberinto del cual nadie podía salir.
Para escapar de la isla batió
Sus alas y sus pies se elevaron.
Pero, desde el principio,
Estuvo condenado.
Artesano, ocultaste también
Su corazón en ese mismo dédalo.
Ícaro
La caída del
sol iba encendiendo una
Fundición
gigantesca entre las nubes del poniente.
Ernesto
Sábato
Tapar el sol con un dedo
Para que tus alas no sean incendio,
Acaso viento fundiéndose en el viento.
Pero una antigua imprudencia
Hizo memoria hasta dar con tu muerte,
Ascendencia con prótesis de ave,
Ungüento adherido para el conocimiento
De huesos cansados. Uno a uno, fueron
uniendo
Las plumas con cabellos, y cera para el
armazón.
Prolongación del padre fueron tus alas,
El lento sol suavizó tus mejillas
Lustró, también, tu corazón,
Descendencia,
Precipitación, caída,
Ícaro, 21 gramos,
El silencio se hundió en tu libertad.
Mito
Cuando la noche cubra tu sombra,
Ahora que hallamos el tiempo
De los dioses cual tibia naturaleza humana.
Reescribiremos la antigua lengua
Para llegar al interior de la fuente,
Olvidar a Narciso
y nacer
No de ceniza, no de viento, no de fuego
Ni de aire, ni de agua.
Nacer de la prolongación del último fruto
Que cae de tu boca.
(De Lumbra)
Benggi Bedoya Rosales (Chimbote, 1986)
Bachiller en Literatura por la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. Organizó el Segundo Concurso de cuento y poesía “Manuel
Scorza”, realizado por el CELIT. Ha participado en diversos eventos culturales,
académicos y artísticos tanto en Lima como en provincias. Como ponente centra
su interés en los estudios de poesía peruana: Francisco Bendezú, Enrique Peña,
José Watanabe. Sus trabajos han sido publicados en revistas físicas y virtuales
del medio. Ha sido antologada en La orgía inmóvil 15 poetas. Muestra de la
poesía joven en Ancash. Coordinó el ciclo de Recitales Ese puerto existe desde abril de 2010. En el 2012 publicó
el poemario Lumbra y es coautora de
la muestra poética del libro Recitales
Ese puerto existe (2013). Obtuvo una Mención Honrosa en el VI Concurso “Ten
en cuento a La Victoria”
en el 2013.
Sobre la poesía de Benggi Bedoya Rosales:
Benggi Bedoya ha sumado a su labor como
promotora cultural poética, a través de la codirección de los recitales Ese Puerto Existe, una nueva faceta como
poeta y narradora. Se trata de una voz muy joven en la poesía peruana del siglo
XXI. Es una escritora que ejecuta una obra que logra alzar un singular vuelo
lírico en el que el mito es uno de los temas que prevalece, y que retorna en un
movimiento cuasi elíptico para amalgamarse, de manera particular, con
disquisiciones en tono de reflexión íntima, sin vinculaciones a una trillada
identidad de género.
Mario Pera: Mirando sobre el heno. Muestra de poesía peruana reciente
Pesa. Pesa bastante y suele abrumar a no pocos el
saber que, de algún modo, eres heredero de las palabras de algunas de las más
grandes figuras de la poesía en lengua hispana. Tener entre esos “ascendientes
poéticos” a escritores de la talla de Eguren, Westphalen, Adán, Moro, Churata,
Eielson, Varela, Hinostroza, Cisneros o Watanabe, quienes conforman un
concierto bien afinado de voces, es una piedra muy pesada en el bagaje de
cualquier poeta. Y no hablo aquí de Vallejo por un olvido involuntario, sino porque,
por el altísimo nivel de su poesía, considero que este ha pasado a formar parte
de la tradición poética mundial, y no sólo de la peruana. Todos estos poetas
mencionados, y varios más, han elevado una valla tan inexpugnable como
espléndida para quienes apuestan en estos días por escribir poesía en el Perú y
publicarla. Siempre con la intención de estar a la altura de una de las
tradiciones líricas más sólidas e importantes en el siglo XX, como lo es la
peruana.
Sin embargo, llegados al nuevo siglo
y luego de un par de décadas en las que hubo un ensimismamiento de la poesía
peruana contemporánea (creo producto del conflicto social interno y de la
política represiva que gobernó el país en esos años), han saltado a la arena
nuevos autores quienes se encuentran en la ardua tarea de redefinir y
configurar un norte para la poesía escrita en un país que, valgan verdades,
poco o nada valora y aprecia la trascendental función que para su cultura,
identidad y desarrollo ostenta la poesía. Estos noveles poetas, quienes
iniciaron su obra en los primeros años de la década del 2000, y otros a partir
de la década del 2010, continúan en un caso condensando su propuesta y, en
otro, en plena indagación y estructuración de un proyecto poético personal.
Es en este panorama, quizá no tan
alentador, que han surgido las voces de poetas los que no tienen nada en común
pero que, de tenerlo, ese único punto es, a mi juicio, la responsabilidad y
voluntad férrea con la que abordan su labor creativa para acercarse (o
alejarse) del hecho poético y transitar por el centro y los límites, nunca bien
definidos, de la poesía.
En Mirando sobre el heno. Muestra
de poesía peruana reciente, mi intención es el
ofrecer una mirada a la poesía de autores peruanos nuevos, cuyo trabajo me
parece atendible y serio. Poetas a los que de manera arbitraria califico como
“jóvenes”, pese a que para muchos, sea por edad o por los méritos logrados por
su obra, ya no lo son. Como bien sabemos el criterio de juventud siempre tendrá
sus reparos, más aún en la poesía que es un terreno en el que aquel es un
concepto aleatorio, siendo que esta vez me decidí por fijar el límite de
selección para poetas que a la fecha (diciembre de 2014) han cumplido, máximo,
los 35 años de edad.
Se trata de poetas que han iniciado
su camino con la venida del nuevo siglo y quienes han nacido en distintas zonas
geográficas del país, por lo que proceden de entornos sociales y culturales
disímiles entre sí. Doce poetas peruanos, ocho de la capital y cuatro de
provincia, repitiendo estos mismos números en cuanto a género. Lo que espero
proporcione una visión general, jamás total, de lo que los poetas recientes
vienen creando por este lado del mundo.
Por supuesto, la presente muestra en
ningún momento pretende ser restrictiva o excluyente, y menos aún del tipo
canónico, pues ello sería un completo absurdo y, más, una necedad. Mi propósito
se centra aquí en dar a conocer parte de la obra lírica de jóvenes poetas
nacidos en Perú que, en mi criterio, merecen ser leídos con atención.