Blog sin fines de lucro (Non Profit)de la palabra poética, traducción, crítica literaria, Charles Bukowski, Raymond Carver, Sam Hamill, Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, cultura,costumbres y el buen asado criollo. edmundokirk58@gmail.com. Colaboradores: Demian Paredes, Alejandro Elissagaray; Vanesa Malrossa; Maggie Culligan; Antonio Meloni; Ignacio Oliden; Edmundo Kirk, Patricia Ogan Rivadavia,
Pancho Villa
entró en el pueblo
acompañado
por cientos de jinetes,
ordenó la ejecución
del Alcalde
en la plaza pública,
luego requirió
la presencia
del Conde Vronsky
y cenaron,
mientras comían
Pancho le presentó
a su nueva novia
y al marido, el panadero
que usaba un delantal blanco,
Pancho extrajo su pistola
para que el Conde
pudiera admirarla
y quiso saber
de su triste exilio
en México,
hablaron de caballos
y mujeres
cuestiones en las
que ambos eran expertos,
la chica reía
y jugueteaba
con los botones
de madreperla
de la camisa de Pancho,
que al dar las doce
se durmió con la cabeza
apoyada en la mesa,
el panadero se persignó
nerviosamente
y abandonó el salón
descalzo
las botas en la mano,
sin mirar al Conde
sin mirar a la joven esposa,
este hombre anónimo, descalzo
humillado, que trata de salvar su vida,
este hombre
es el héroe del poema
Volando sobre la jungla
"Sólo tengo dos manos,"
exclamó la azafata,
bellísima. Sin mirarlo
continuó bamboleándose
entre los asientos
sosteniendo la bandeja.
Él piensa
que ésta es otro mujer
que se aleja de su vida
para siempre.
Observa a través de la ventanilla
ve luces que titilan en la noche
imagina una aldea en la jungla.
A este hombre le han sucedido
tantas y extrañas cosas en la vida
que no se sorprende cuando ella
vuelve y se acomoda en un asiento
del otro lado del pasillo
lo mira y le pregunta:
"¿Te vas a bajar en Río o en Buenos Aires?"
Una vez más esta mujer
expone la belleza de sus manos,
los pesados anillos de plata
que sostienen sus dedos; la gruesa
pulsera de oro que rodea su muñeca.
Están volando sobre el Mato Grosso
que está cubierto por una espesa bruma.
Es muy tarde.
Él continúa considerando
la plasticidad de esas manos,
admira los dedos inquietos.
Han pasado varios meses,
es difícil y complejo recordar
esos momentos.
La casa de atrás
Está oscureciendo, las sombras,
transforman el paisaje.
Una mujer vieja
aparece en la pradera
caminando bajo la lluvia.
En sus manos lleva
un freno y un bozal.
Siguiendo el sendero
llega hasta la casa de atrás.
En esa casa, Antonio Ríos
está viviendo la última hora
del combate final.
ella lo sabe,
no preguntés cómo lo supo,
nadie podrá explicártelo.
El doctor y algunas personas
Rodean al moribundo.
La vieja entra en la habitación
y coloca el freno y el bozal
con suavidad al pie de la cama,
en la que Antonio Ríos agonizante
espera la muerte.
La mujer abandona la habitación
en silencio, sin despedirse.
Esta mujer que una vez fue joven y hermosa:
cuando Antonio Ríos era joven, fuerte y hermoso.
El don de la ternura
Tarde en la noche comenzó a nevar.
Los copos húmedos caían
más allá del cristal de las ventanas,
surcando el aire frío
ocultaban el resplandor de la ciudad.
Observamos un rato la tormenta
sorprendidos, felices, satisfechos
de estar allí y no en otro sitio.
Puse un leño en el hogar,
me pediste que regulara
el tiro de la chimenea.
Nos metimos en la cama.
Cerré mis ojos, de inmediato,
pero
por razones que desconozco
antes de dormirme
el aeropuerto de Buenos Aires
atravesó mi memoria.
Recordé aquella tarde,
la temprana oscuridad, las sombras.
Reconstruí la escena:
Regresé a ese paisaje desolado
donde flotaba un silencio sepulcral
interrumpido únicamente por el rugido
de las turbinas del avión que carreteaba
lentamente bajo una lluvia de granizo,
tan fino que lo confundimos con nieve.
En las ventanas de los edificios no había luz.
Un lugar realmente solitario.
Sólo pasillos abandonados, hangares, vacíos.
No vimos una sola persona.
"Es como si todo estuviera de luto,"
fue tu comentario.
Abrí mis ojos.
El ritmo de tu respiración
me dijo que estabas profundamente dormida.
Te cubrí el cuerpo con uno de mis brazos.
Mis evocaciones
me trasladaron a la Argentina,
luego a un departamento en el pasé
un tiempo de mi vida, en Palo Alto.
No nieva en esa ciudad,
Pero el departamento disponía
de un amplio ventanal desde donde
podríamos haber mirado por horas
la autopista que rodea la bahía.
La heladera estaba al lado de la cama.
Las noches calurosas, sofocantes,
cuando me despertaba con la garganta seca
sólo tenía que estirar el brazo, abrir la puerta
y dejarme guiar por su luz interior
hasta el botellón con agua refrescante.
En el baño un pequeño calentador eléctrico
descansaba cerca del lavatorio.
Todas las mañanas mientras me afeitaba
calentaba agua en una vieja sartén,
el frasco de café instantáneo,
siempre a mano, en el botiquín.
Una mañana me senté en la cama
vestido, recién afeitado,
bebiendo sorbos de café caliente
intentando olvidar planes,
proyectos, todas esas cosas
que había decidido realizar.
Finalmente disqué el número
de Jim Houston que vive en Santa Cruz,
le pedí prestados 75 dólares.
Me contesto que estaba sin fondos.
Su mujer había viajado a México
por unos días y él no tenía dinero,
no llegaba a fin de mes.
"Está bien", le dije. "Te entiendo."
Y así era,
no necesité explicaciones.
Hablamos un poco más y cortamos.
Terminé el café cuando el avión
comenzaba a elevarse en mi recuerdo
y yo desde la ventanilla miraba
por última vez las luces de Buenos Aires.
Después cerré los ojos
iniciando el largo regreso.
Esta mañana hay nieve por todos lados.
Hablamos sobre la tormenta.
Me comentás que no dormiste bien.
Te digo que yo tampoco.
Tuviste una noche terrible. "Yo también."
Estamos tranquilos el uno con el otro,
nos asistimos tiernamente
como si comprendiéramos nuestro estado de ánimo,
las mutuas inseguridades.
Creemos adivinar los sentimientos del otro,
no podemos, por supuesto, nunca podremos.
No tiene importancia.
En realidad es la ternura la que me interesa.
Ése es el don que me conmueve, que me sostiene,
esta mañana, igual que todas las mañanas.
UDO KAWASSER nació en Austria en 1965. Poeta, narrador, ensayista, traductor de literatura latinoamericana, bailarín y coreógrafo de danza contemporánea, maestro de alemán en la Universidad de Viena. Estudió Filología alemana, francesa y española Recibió el Premio de Literatura Voralberger en 2001 y el Premio de Poesía Dulzinea, en 2008. Tradujo El cerebro que canta, siete poetas de lengua alemana, La Habana, 2009. Algunas de sus obras: Einbruch der Landschaft: Zürich-Havanna, 2007; kein mund. mündung, 2008. Ha publicado en las mejores revistas literarias de Austria, Alemania, Suiza y Bélgica como: Wespennest (Viena), ndl (Berlin), literatur+kritik (Salzburg), lichtungen (Graz), entwürfe (Zürich), allmende (Alemania), krautgarten (Bélgica), entre otras.
Tú, de pie, desnuda en la penumbra.
Tu espalda es el arco del conocimiento.
Desde la cama, observo y espero.
Cuando te vuelvas me dirás quién soy.
Sin otra luz que mi deseo.
EL ESTADO DE LA CUESTIÓN
Has parado la noche, pero me has negado el día.
RISAS DE COCODRILO
No te engañes.
El de la foto
tan sonriente
ya era infeliz
(tú lo sabes,
bien que lo sabes).
Contémplalo ahí detrás,
público o comparsa,
borroso
incluso en primer plano.
Sonríe
aunque esté muerto.
Si le pides
que se adelante
no da sombra.
Convéncete:
sólo la sombra
no da sombra.
OTRA VUELTA DE TUERCA
Y nada más que sed
y vasos rotos.
IL MIGLIOR FABBRO
De tallos de metal
florecen alas.
SPIGNO
Las estrellas
velan
el sueño
de la encina
de Spigno.
Tranquila,
duerme.
Al despertar,
dará forma
de sombra
a las palabras.
PEPE BARROETA DICE QUE NO DICE
El don
de la palabra
no es
un don,
es apenas
arder
en el propio
fuego,
abrasarse
hasta que la mano
dibuje
el vasto
signo
de la desolación.
RÉQUIEM
Al final
sólo queda
una dirección
que borro.
OCURRE
Ocurre, lo dices, lo vives, revives.
Ocurre, no lo dices, lo olvidas.
Ocurre, no lo dices.
Carlos Vitale nació en 1953 en Buenos Aires (Argentina). Es Licenciado en Filología hispánica y Filología italiana. Entre otros libros, ha publicado Unidad de lugar (Editorial Candaya, Barcelona, 2004), Fuera de casa (Emboscall Editorial, Vic, 2004) y Descortesía del suicida (Editorial Candaya, Barcelona, 2008). Asimismo ha traducido numerosos libros de poetas italianos y catalanes: Dino Campana (Premio de Traducción “Ultimo Novecento”, 1986), Eugenio Montale (Premio de Traducción “Ángel Crespo”, 2006), Giuseppe Ungaretti, Gerardo Vacana, Sergio Corazzini (Premio de Traducción del Ministerio Italiano de Relaciones Exteriores, 2003), Amerigo Iannacone, Umberto Saba (Premio de Traducción “Val di Comino”, 2004), Giuseppe Napolitano, Sandro Penna, Emilio Paolo Taormina, Antoni Clapés, Joan Brossa, Josep-Ramon Bach, etc. Ha participado en festivales, lecturas y encuentros de poesía en Argentina, España, Venezuela, Armenia, Italia, Suiza, Rumania, Estonia y Francia. Sus textos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, armenio, estonio, griego, rumano, portugués, esperanto, maltés y catalán. Reside en Barcelona desde 1981.
y una piedra que le dieron al salir de la inocencia
para que siga golpeándose en el pecho
cada vez que se sienta naufragar.
EUFEMÍSTICA PARA VIVIR TRANQUILOS
Tampoco hoy vamos a hablar de lo divino.
Pondremos a un lado las ideas que molesten,
nos fijaremos con cuidado en lo que vive,
veremos si hay algo que cambiar en lo que hacemos
(está claro que el mundo no lo hicimos
y, por tanto, no somos responsables
de lo que en Gaza hoy acontece
o junto al Tigris o el Eufrates).
Luego pasaremos a hablar de Empédocles.
Unas cuantas reflexiones de Epicuro
ocuparán el resto de la clase.
Al final contaremos hasta doce,
y apostaremos unos cuantos hilos
de sangre taína o africana.
Y Dios dirá, que nunca dice nada.
SIN DEJAR NINGÚN DETALLE
Cuéntaselo todo a la mujer.
Dile
por qué se encuentra acompañada en sus vacíos,
por qué tus gatos tienen nombres
de astronautas misteriosos
o instrumentos musicales
y por qué, sin darse cuenta, irrumpe en carcajadas
cuando está frente a tus nalgas temblorosas
como enormes mejillas que han perdido
su lugar y dirección en los orígenes del cuerpo.
Antes de que venga blandiendo la verdad
que encontró no importa dónde,
tirada a la vera de la calle,
de boca de tu amigo o tu enemigo,
leída en la sección de sociedad del vespertino
o en la sala de un museo o del mercado.
Cuéntaselo todo a la mujer.
¿Has tratado realmente de entender
su distante timidez, su parca risa,
sus amores escondidos a la sombra de su sueño,
su paso leve y su compás cerrado?
Esbelta como hatillo de silencios,
mastica cada sílaba en tu nombre
con su ritmo entre sensual y reciclable
buscando pronunciar con parsimonia
toda consonante, las vocales,
y poder con ellas dibujar
las redondas anteojeras de las horas,
el bigote encaneciéndote
de ayer a aquesta parte la nuca juvenil
que prolongaba hasta hace poco
los años aquellos de vino y rebeldía,
la piel aceitunada del llanto de la tierra
y el constante fluir de tu sangre
en las heridas de la risa,
halcón que llevas sobre el hombro
para perseguir tu pesadumbre
y apuntalarla a picotazos.
Cuéntaselo todo a la mujer. Revélale
tus dudas y temores, tus aciertos
al momento de triunfar, tus desatinos
en el sueño y el trabajo. Cuántas veces
rozaste sin queriendo
los pechos que viajaban frente a ti
en el metro inevitable del deseo. Quién
metió su mano en la entrepierna y cómo
te dejaste llevar y traer con las señales
que te daban de un pedazo de vivir
en el anverso del oído
o una gota de morir
escondida debajo de la lengua
que atrapabas con los dientes
sin saber si era lengua
o era sombra que comías,
si era a Dios o a Lucifer a quien mordías
o atrapabas, ángel caído o por caer,
soledad eterna, compostura.
Si era un sueño de mujer o de hombre o desvarío,
y tú no eras sino un grano
pegado a las paredes del duodeno,
tembloroso, ají-picante, rascándote
el cóccix, el trasero, el omoplato
hasta hacer sangrar esas partes de tu cuerpo
que te escuecen mas no conoces,
que nunca el ojo ha visitado y necesitas,
a las que nunca mencionas por temor
a ser tachado de vulgar,
maleducado, improcedente en una conversación
como ésta en que no se debe mencionar
el adulterio, la inmundicia, el puterío
y todo debe ser higienizado
según las morales normas de esa
otra lengua o el oído.
Aunque hagas temblar de rubor
al sumo sacerdote y sus papiros,
cuéntaselo todo a la mujer.
Ella ha sido madre y todo lo contiene,
en ella todo nace,
todo en ella se termina.
No olvides ni un detalle.
Esto te curará seguramente
del mal de ser varón
en esta edad todavía hoy
obstinadamente masculina.
UTILIDADES DE LA RISA
Desde ques mar el agua,
desde ques tiempo el ahora
y desde ques también vida el sueño
con sus verticales coordenadas
de llanto y de ternura,
sus horizontales herramientas
de alivio y de dolor,
de lo real amarilleando
entre lo espeso y lo flüido,
la risa
ha puesto sus huevos en la arena
movediza de la lengua,
estruendosa se dispara por los huecos
bien abiertos de la boca y el gaznate,
arruga las esquinas de los ojos, los obliga
a prestarle atención al desahogo,
se hincha imprevisible en los carrillos,
en las narices del barro en el que estamos contenidos,
nos libera de la ira y del espasmo de la hora
y nos saca de los miedos en que quieren que vivamos
los que ostentan el poder y lo blanden
ante el ojo del votante o parroquiano.
Aunque dure solamente
unos minúsculos segundos destilados
a esta frágil existencia que parece interminable,
la conciencia de la risa
fortalece las paredes en que habita nuestro pulso,
nos ablanda el nervio adolorido de la angustia,
las terribles soledades que sufrimos a veces sin saberlo,
le quita máscaras al río crecido del orgullo,
nos descuajaringa, corta la ceguera irreductible
que marchita la flor del loto en la laguna
y a su modo nos lima sutilmente a los humanos,
todas las aristas del cuerpo y de la idea,
del tiempo y de las mañas que maneja cuando pasa.
Antídoto que limpia de inmundicias las arterias de la vida,
la etapa de la risa es señal inconfundible
de que es el hombre, no los hados o el omnipotente,
quien fabrica los telares de su propia humanidad.
Por ello, no hay que fiarse nunca de los dioses
que no quieren o no saben o no pueden reír o sonreír
aunque sólo sea un breve instante iluminado.
EL ÍNDICE DEL CIEGO
Para Louis Braille, visionnaire
Como si toda la realidad no fuera
nada más que puntos en relieve,
el índice del ciego es un ojo
que, tocando las simas de lo ignoto, se acomoda
y está a sus anchas en la cima del saber.
El ojo del ciego es un índice
que va de lo tangible no vivido
a lo intangible ya intuido y descifrable,
haciendo de sus dedos instrumentos
que le llevan al gozo de aprender.
Es un bastón el índice del ciego
que golpea los valores de la bolsa en el oído
e inventa en las finanzas del buen juicio
imposibles inversiones hasta entonces ignoradas
por la ciencia, el alquimista o quien se lance hacia el azar.
Compañero inseparable del pulgar gracioso,
el índice del ciego es una física posible
que discierne con la punta de la lengua
qué hace la mano en el papel o qué es el tiempo,
qué hace el humano al querer o cómo se enamora.
Es una lengua el índice del ciego
que con sólo seis puntos cotidianos
irriga en sus papilas las vocales,
más de veinte consonantes y el almario
de todas las palabras con que armamos el vivir.
Al girar con el pulgar la página del día
buscando alivio en la sutura de la hora,
el índice del ciego, a veces anular, a veces medio,
se desliza por los impuros filos del alfabeto alado,
abriendo puertas con las llaves de su luz.
Son tan sólo seis irrelevantes estaciones
que clavan sus puntas geométricas en el ojo
táctil del leyente y 60 y pico veces se combinan
para darle al invidente la esperanza, la delicia
de hacer el mundo y sus relieves a su imagen y color.
Sueña el índice del ciego que es un ojo
y que todo, si está escrito,
lo puede introducir en su memoria digital.
BAILA ARAÑA QUE EN EL LABERINTO ESPERA
Enmarañado mar el de la araña
que hila, huele y hala su donaire
y es dueña de su tela y su talante tierno,
de su espeso salivero
y su desnudo nudo hexagonado,
labio que labra la casa del destino
en donde habita el minotauro,
monstruo que devora el mismo centro de los años.
Bailaba Ariadna desnuda a la entrada del palacio
cuando vio venir entre el grupo de aquel año
al joven Teseo y quiso poseerlo.
Le ofreció una espada con el signo de la muerte
y la llave del regreso le entregó
atándole la punta de un ovillo
a la punta debajo del ombligo
para poderlo controlar mejor y a su manera.
Esperó paciente la araña al otro lado
del abierto muro
hasta que regresó Teseo herido
arrastrando la cabeza ensangrentada.
Ariadna entonces atrapó el cuerpo del muchacho,
devorándolo como una mosca imbele
en la trampa de las cuerdas que había tejido.
Para poder vivir
hay que saber tejer
y luego hay que esperar,
esperar todos los minutos
que requiera el visitante.
¿LA BOLSA O LA VIDA?
Cada poema de amor
Es un poema de lucha
Cada poema de lucha
Es un poema de amor.
En los dos,
Queramos o no,
Nos jugamos
La vida.
NO LE PARECE APROPIADO AL PARECER
EL MOTE DE SEGUNDÓN QUE LE HAN COLGADO
Todos me han tenido siempre de segundo.
Sus intenciones claramente definidas,
me han mirado cuando menos de reojo,
sospechando de mí no sé qué cosas
-“engañan las apariencias,” dicen-
y me ponen en la lista de lo prescindible,
como si el vestido, el rostro, los modales,
sólo fueran ocasiones de un minuto
y el resto de la hora hubiera que entregárselo
a mi némesis, el Ser,
que nunca tuvo que hacer nada
para llegar a ser el hijo predilecto
del humano y sus asombros
(al menos así me lo parece).
Hubo sí ocasión fugaz,
débil esperanza de mi medro
-si hubieran visto qué alboroto
en el mundo desvirtuado de lo que aparenta-
cuando logró por fin Descartes señalar
-perdonen el empaque dieciochesco-
que el oficio del pensar mayéutico
estuviera por encima del Ser estático
o de la inanidad del Estar,
envés de su moneda.
Pensé yo entonces que el partero
de esta modernidad que desde entonces nos apremia,
amigo de reinas, algo galileante, y por ello
sospechado del romano tribunal, daría
otro salto en el método de examinar las apariencias,
haciendo vital la instancia de la idea
de que lo que aparece
puede también ser si yo lo pienso.
Pero el pobre se murió de frío relativo
en una cama nada cogitante de Estocolmo
y yo he tenido que seguir aquí de segundón,
acostumbrado a los axiomas
de la fe, de la filosofía, y deseando vivamente
que un músico quizás,
tal vez algún poeta del Índico o el Caribe,
me ponga en mi lugar, mejor,
espero, del que aquí me asigna Rei Berroa,
me saque oportunamente
de este estado segundino
del que estoy ya bien cansado
y me eleve a la condición
que me tengo, creo yo, bien merecida,
después de tanta espera.
COQUETEO CON EL TIEMPO:
Correo-e para Soledad-A
Constante es, compañera Soledad,
este arcano coqueteo con esta
primera obsesión del existir,
bien mayor en el que están montadas
algunas de las categorías primigenias
del pasar apercibido en los orígenes
del sueño o del aliento, la distancia o la memoria.
Cuando éramos tú y yo de aguas y quimeras,
nos frustraba su moroso caminar,
arbolada lentitud de sombra y mimbre
que queríamos siempre apurar en vano siempre
e imprecábamos, ¿recuerdas que imprecábamos
al cielo creyendo con ello acelerar
el paso impertinente de los días?
Mas luego, al subir los peldaños de los años,
y estar nosotros llenos de fuego muchas veces;
otras, de libro y levadura,
parecía el tiempo existir tan sólo para otros:
nos reíamos de las quejas
de los que nos habían precedido apenas
unas horas antes en las aulas del sentido,
con ellos compartiendo la existencia, con ellos
que nos pedían con frecuencia pensar
sobre aquella atolondrada mudanza
con que nos abocábamos a los abismos;
nos reíamos de los que venían detrás de nosotros
cuya impaciencia tildábamos de infantiles
triquiñuelas, dignas de nuestros guiños y provocada
por una fe sin límites en nuestro inmortal destierro.
Mas luego, en algún momento imprecisable
de esta historia nuestra tan antes sutil,
tan pronto mudable, caímos en la cuenta
de que coinciden en nosotros todos los opuestos,
de que éramos -¡cómo no pudimos notarlo antes!-
hembra y hombre todo el día, ala
que en el aire era ola, agua que en la ola
era fuego fatuo demonio que construye
ángeles de barro que pueden robar
todas las alas que construyen mundos,
todos los mundos que destruyen alas,
que construyen aguas para diluir el fuego,
que levantan fuegos para cultivar el mundo,
que derriban mundos para dominar la tierra.
En mi caso, esta conciencia tuvo dos relámpagos:
el primero, ante la quiebra involuntaria del amor;
el segundo, con el nacimiento transformador de Olivia
en cuyas manos diminutas cabía todo el universo,
en cuyo mundo futurible estaban
todos los ojos del vivir con sus asombros.
Desde entonces, ya no sé si es ciencia o sueño o coqueteo,
pero el peso de nuestra temporalidad ha echado
profundas raíces en mi estado y me hace ahora gozar
cada minuto como si fuera sólo uno,
cada experiencia como si fueran
todas las experiencias de la vida.
CAPITAL DEL MIEDO
Sería bueno que no olvidaran los humanos del XXI
que después de los tres días angustiosos de septiembre
que sufrió Manhattan,
ha vivido Bagdad víctima del miedo
tres mil doscientos días
con sus horas, sus minutos y segundos,
con medio millón de ataúdes
esperando su turno justiciero, y con la muerte
genocida sembrada para siempre
en las entrañas de la vida, la cual
se les quedó por hacer irremediablemente.
¿A quién le tocará,
¡a quién
le tocará
regar mil y una vez
las cenizas de todos esos sueños!?
DeLibro de los dones y los bienes
[Caracas: El Perro y la Rana, 2010]
Rei Berroa. Poeta, crítico y traductor dominicano, autor de más de veinticinco libros, entre los cuales destacamos: Otridades (Zamora, España: El Sinsonte en el Patio Vecino, 2010), Libro de los dones y los bienes (Caracas: El Perro y la Rana, 2010), De adinamia de mente de umnesia (Villahermosa, México: Maúcho, 2010 [poemario sobre el Alzheimer, premiado en Murcia, España]), Libro de los fragmentos y otros poemas [Caracas: El Perro y la Rana, 2007], Aproximaciones a la literatura dominicana I y II(Santo Domingo: Banco Central, 2007 y 2008), Ideología y retórica: Las prosas de guerra de Miguel Hernández (México: Libros de México, 1988), Libro de los fragmentos (Buenos Aires: Último Reino, 1988), Literature of the Americas (Dubuque, Iowa: Open University, 1988), Retazos para un traje de tierra (Madrid, 1979). Coordina anualmente para el Teatro de la Luna de Arlington, Virginia, y Washington, DC, el Maratón de Poesía. Desde 1984, se desempeña como profesor de literatura contemporánea de España, Latinoamérica y el Caribe en George Mason University, Virginia.