jueves, 10 de abril de 2014

Mario Pera: El emisario de Dyaus Pitar.


Mario Pera



















¿Qué harás, Señor, cuando yo muera?
Soy tu cántaro (¿y cuando me quiebre?)
Soy tu bebida (¿y cuando me agrie?)
Soy tu traje y tu oficio;
conmigo pierdes el sentido.
Rainer María Rilke



Cada mañana,
cada Octubre de feria y procesión
rezos y símbolos sagrados evidencian que
el hambre y la sed no se marchan con una alabanza,
no te liberan
nunca,
del abrazo desnudo de la muerte.
Allí donde la ira de Dios duerme ahíta
y oscila
como una barcaza que muerde las aguas con frenesí,
dejo reposar tímidamente mi cabeza
deseando pausar tanto dolor,
tanta desolación
que con cada crepúsculo
camina a rastras,
encadenada
bajo el dintel de mi pecho.
¡Oh Padre!, tú lo sabes bien
he sido la oveja más obediente del rebaño,
tu hijo predilecto,
el ángel más pulcro y eficiente;
el canto que arrullaba a los cadáveres
cuando éstos despertaban hambrientos
picoteados por los buitres.
Incluso creé para ti
un paraíso guarecido
al interior de un duro roble,
lavé la sangre que tú esparciste
sobre las baldosas del edén,
¿y qué obtuve?,
¿cuál es mi recompensa?
Una retahíla de nonatos a quienes debo ahorcar
con una cuerda oxidada,
que tensa y estéril
azota las yemas de mis dedos.

Por ello, con cada sol cuento miles de cuerpos
que yacen tendidos en mi patio trasero
clamando venganza,
anhelando ser
la gota de ponzoña que me paralice;
el sable que
me fragmente y esconda
del amor de tus labios.

Es ahora que a ti acudo mi creador,
habiendo rendido mi entereza
permitiéndole descansar
a mi ego de ángel,
¿y cómo te encuentro?,
¿cómo es que me agradeces?
Observándome displicente sobre tu hombro
dándome la espalda y besando
a tu nuevo hijo querido:
Mashit;
y soy yo quien nuevamente
debe decidir la manera de ultimar
a aquellas ánimas sin carne,
y debe ejecutar fielmente
aquello para lo que tú usas finos guantes.
¿Qué he de utilizar entonces?
¿La espada?,
¿la seda?

Tras tantas muertes, ¡Oh Padre!,
puedo decir que por ti soy
hermano de la muerte.

  
Auto de fe

Qué soy que no puedo
separarme de mis huellas
ni despojarme de mi piel
para empezar a vivir en carne viva
este abismo que crece tan ciego
raíz de un arbusto
que se entierra en su muerte
sin saber que fluye
por los otros caminos del planeta
hundiendo su tiempo
en el tiempo de lo divino.

Extraño la vida.
El Pensativo dirá que me escondo tras la sombra
de un caracol hambriento
o tras el andamio                   ampliamente cansado
que mantiene en pie mi cuerpo
y avanza hacia atrás
con el corazón infartado de dolor, pero
toda flama arde por mi fuego
por mi ausencia
y besa conmigo este mundo
que ha nombrado con horror
¡mujeres de alegría tan distinta!
Como aquella que terminó por parirme
sin aceptar el consejo de su propia voz.


     

[sin título]*

(…)

Impedir que la hoja caiga
no como una hoja     
sino como un puñal,
no como un dolor
sino como un grito,
descolgarse como
sangre que brota de los huesos
imagen herrumbrada de un árbol que se hunde hacia sí mismo
que resbala desde su alma y arde,
bosque sin raíz,
caja de lápices que tras el verano
sigue la ruta de los charcos y se ensancha
ensancha
en          san          cha
en un viaje
vertical,
ardor que serpentea en el vacío y no se aleja
como el gemido de un diapasón que en el invierno
endurece la tinta y la palabra en nuestros dedos

Está todo perdido
Incluso este poema
en boca de los hombres

(…)

Y qué decir ahora,
qué dejamos al sendero
que nuestras huellas no evidencian
Qué ocultamos tan necesitados de perdón
entre burdeles, casonas e iglesias,
siempre con el gesto más agrio, más pulcro
y el placer del infiel
arrodillado en su cuerpo
como la verdad que corre
y avanza devastadora
montada sobre la negra voz de los hábitos

Mayor es aquí el dolor que en el mar
por cada cosa que abandoné a mi huida,
por todo lo que dejé caer de mi cabeza
siguiendo mis propias leyes
callado
en el desagüe

(…)

poesía
tierra en la tierra
llaga en la lengua
¿qué busco allí abajo?,
más abajo
¿qué busco?
¿La patria?          ¿El cuerpo?
¿qué nombres vienen de ti con ese hálito asesino?
Padre César
Padre Adán
Padre Westphalen
todos en el vacío del otro
en la humedad del único grito que late en su centro
me atraviesa y,
sin embargo,
el mismo barro imposible que se seca sin final
como el hedor de un sol eterno
que cava su calor apretado en mi frente

(…)

un grito que fue,
que será,
que se encostra en mi garganta y crece
como una estría que se desgarra en el silencio.
Lo diré otra vez,
hierve la tarde en mi ojo de esclavo y cuervo,
pues Lima es un cuervo
y nos desholla
Así se ha hundido esta enfermedad en mi cuerpo
amarrada a mis huesos como una cáscara en salmuera
quilla curva que abre los años y otros tantos días
de estar y no ser
como el aire espeso en el aliento
del orate
y las infinitas voces
que armaron este laberinto de edificios          jardines          plazas
y gente que se atropella, nace y muere entre niebla
nace y crece como raíz que se expande
y nunca se acaba

(…)


* Estos fragmentos pertenecen a un poema río inédito y aún sin título.





MARIO PERA (Lima, Perú, 1981). Escritor, diseñador gráfico y abogado. Ha publicado en poesía Preparaciones anatómicas (2009) y Ruido Blanco (2011) y, en ensayo, Fare l’America or learn to live in it? Italian immigration in Peru (2012). Ha sido editor del sello Magreb.



Rodolfo Ybarra: NUEVAS BATALLAS, de WILLY GÓMEZ MIGLIARO.












Willy Gómez (1968), poeta y profesor de literatura, ha dirigido revistas de poesía como  Polvo Enamorado y Tokapus a inicios de los años 90, y publicado los libros: Etérea (Hipocampo Editores, 2002), Nada como los campos (Hipocampo Editores, 2003), Breve eternidad de Raymundo Nóvak (Hipocampo Editores, 2005), Moridor (Pakarina Editores, 2010) y Construcción civil (Paracaídas Editores, 2013). En esta ocasión, nos presenta Nuevas batallas (Arteidea Editores, 2013), un texto delicado de alta poesía con reminiscencias al neobarroquismo (o neobarrosismo) de Perlongher y Pedro Lemebel, quizás más emparentado con el barroquismo clásico de Severo Sarduy y José Lezama Lima: “La Tierra es clásica y el mar es barroco”.
Nuevas batallas, de Willy Gómez se adentra en el lenguaje, buceando en expresiones aparentemente inconexas o contradictorias, pero siempre dejando que la luz de la idea ilumine el verso: “Dentro de un estado descompuesto hay esperanza//Encubre imágenes deprisa/instauraciones que se extienden” (p. 11). La palabra se convierte en herramienta de cuestionamientos históricos a partir de la experiencia particular: “De regreso escribo un correo a Marga:/alguien debería acabar con tu dolor//Tal vez busco un país –respondió//Hacia esa composición de hielo se fueron nuestros amigos para iniciarse en un lenguaje sin carga alguna” (p. 15).
La poesía de Willy Gómez denuncia y se involucra con la economía, la historia; su belleza incluye una verdad que subyace en la interpretación: “Un país tiene su altar/ahora que hemos salido//de debajo del montón de un deshecho. Asciende//a vida nueva parece;//pero ciertas inundaciones sin significado ennegrecen sus orillas,//y asimilar el negro con ese corte tradicional de agua//es un sumergimiento. Perfecciona el sol en cada salida de paisaje//o una entrada a tu casa.//Encontraré repisas llenas de polvo,//periódicos de la república que Velásquez trabaja en serigrafía.//De nuevo ruinas.//El tiempo –dirás//Casi veinte años//una maquinaria de guerra desvió su lucha fundamentalista//a un allá que no era suya” (p. 17).
Asimismo, no quedan de lado las contradicciones internas del país-poema. Una crítica subyace detrás del texto, el paratexto y la hermenéutica que no necesitan de esfuerzos, porque el recuerdo es latente y la poesía fresca se derrama como un río posheraclitiano: “Pasamos como sueño y pradera. Un país se abría//sin conducción//frente a otro espectáculo violento” (p. 20). “Un hervidero entusiasma con su lenguaje.//Nuestro desplazamiento progresa. Ruego & canto//han sido desde siempre integraciones//con tapadas definiendo americanismos,//tal vez como una resistencia de replantear el lujo de la colonia” (p. 21). “Y al voltear vemos calles,//lo mismo que ayer cuando en un centro educativo//la Srta. Turner mostró algunas instantáneas de un país bombardeado”, “desde la construcción del nuevo ser iniciando sus batallas/o un medieval dividiendo territorios de un país/que después de la devastación política interna//prefiere estar conjugando sin sabores/o pesimismos más confusos que metafísicos” (p. 33). “algo de víctimas/hay heridas de un país en las cintas de embalaje/mientras escuchamos cierre de cajones/no me llaman a declarar la culpa copia un maquillaje decente/y huyo por los jardines de una calle” (p. 56).
Y el futuro inmediato, el no futuro, desarrollo o paz no cuaja y se desvanece como humo en el aire. No obstante, el poema es directo, no nombra al cuerpo del delito, pero nombra el arma; no le da un título al suceso ignominioso que se respira y arde en los ojos, pero describe la escena del crimen; se solaza y se enerva con detalles importantes y el estro poético siempre en guardia, siempre dispuesto a enfrentar la estética estatuaria (¿qué es el canon?) o atraparla en su concepto: “Qué tales momias,/cómo se levantan cerca de lo ganado./Crean sus empresas,/almacenes para ese discurso que ya no semeja con su rotura/lo des-/hecho./Significa//cuando toca claridad y su belleza cura desde el exilio” (p. 40).
En el caso peruano, y ahora me voy a permitir una enunciación políticamente incorrecta al decir que la guerra Interna fue más que un conflicto político-militar o una guerra intestina, pero que nunca dejó de ser barroca, ni tampoco después de finalizada (con los vencedores y vencidos), pues también fue lo que quedó: por ejemplo, las 4800 fosas comunes que hay en este país son un hecho barroco, tanto en su forma como en su número, lo mismo que los 80 000 muertos y los miles de desaparecidos. Lo mismo pasa, y ya de otro lado, con las 137 universidades que se fundan y refundan a lo largo del territorio patrio y que no sirven para nada o sirven de poco; o con los programas de televisión y el mass media en su conjunto, que no se cansa de difundir un discurso que ya todos conocemos. El maremágnum de culturas, subculturas y el bullicio entrópico de los demagogos, los partidos políticos cada vez más cerca del sicariato y nuestra historia como un guion mal hecho o un cadáver exquisito acromegálico que se va formando día a día, etc., todo ello hace que el poeta, un buen poeta como es Willy Gómez, acondicione el texto, sometiéndolo a un agiornamiento y a las nuevas formas, ética y estética, y nos entregue no la “explosión”, pero sí las esquirlas, esos pequeños detalles o Nuevas batallas para seguir en el frente de lo que hoy entendemos como poesía.

WILLY GÓMEZ MIGLIARO (Lima, Perú, 1968) Es autor de los libros de poesía Etérea (Hipocampo Editores, 2002), Nada como los campos (Hipocampo Editores, 2003), La breve eternidad de Raymundo Nóvak (Hipocampo Editores, 2005), Moridor (Pakarina Ediciones, 2010); Construcción civil (Paracaidas editores, 2013) y Nuevas batallas (Arteidea editores, 2013) Compilador del libro OPEMPE, relatos orales asháninka y nomatsiguenga (2009).