miércoles, 10 de julio de 2019

LUISA FUTORANSKY: poemas de Los Años Argentinos (1963-1972)




Luisa Futoransky















 





 POEMA

A veces uno se encuentra sucio, atascado y con la vergüenza de aguantar lo que nos hicieron, lo que nos hacen y poner la cara a lo que hacemos.

Sucede también enojarse de impotencia ante los fracasos cotidianos y las cosas imposibles de obtener.

Sucede no poder reír en esta ciudad triste y egoísta.

Sucede el miedo de quedarse toda la vida atornillado a la oficina.

Está el terror de levantarse y ya no ser amado o dejar de amar.

Está no sucumbir en el teatro y pronunciar las palabras exactas para defenderse.

Está saber qué hacer con tanto amor y dónde guardar tanta esperanza; pero es muy difícil con esto intentar apenas un poema."

De Trago fuerte (1963)


HISTORIA DE TZIGANOS

En memoria de Itzak Leizer, mi abuelo, porque a
los cinco años me enseñó la historia del mundo.


Tomo el fuerte, fino, ancestral hilo de voz
y pese a que la palabra no es menester de mujeres,
con el valor de la inconsciencia,
la mano golpeando el pecho y la cabeza baja,
entro en el sitio desconocido pero certero del misterio.

No puedo nombrar la vedada raíz que nos sustenta
ni la obcecada tenacidad de la luz.
Simplemente han sido.
El orden se respeta y las estrellas, voluntariamente,
no cambian su lugar.

Qué lejos la vecindad poderosa
que permitía el rostro del milagro!
Qué lejos el testimonio!

Con perfidia, la niebla se arropa en nuestra nombres.
Los ríos enmudecen.
Sólo de ti, oh belleza del inicio
restan algunos muros olvidados.
Alguien llora tu ausencia
y el secreto inefable persiste en las aguas.

Tradición cruel, todos los infiernos de la historia
se legan de palabra en palabra
de sangre en sangre
de expiación en expiación.

Espesos, los siglos han cubierto la miel y la leche,
tanto, que los hombres perdieron el lenguaje de los elementos.
Es hora de limpiar nuestras arpas
y levantar las hojas de los sauces
para que los melismas ocupen la voz de ciertos jóvenes.
El hálito de Lo Que Es
resucita viejos verbos
hasta que caen las vestiduras de la infamia.

Quién osa medir las consecuencias del tiempo?
Quién osa aborrecer de los justos?

La paz, oh la paz, levanta su letargo.

Obedezco el mandato. Ciegamente. Hablo.

De El corazón de los lugares (1964)


VIENTO DEL NORTE

Mariscal de los vientos
obra tuya es esta violencia que repta
desde los poros de mi celda hasta atravesar la corola
de las plácidas flores oleaginosas de esta tierra de llanura.
También a tu industria se debe el vaho nefasto
que envuelve a la ciudad en el más cruel de los desasosiegos.

Viento del norte regente de la demencia
que guardas en tu memoria la crispación última
de las vírgenes sacrificadas en el corazón del Ande
y aun paladeas con delectación el zumo de su sangre!
Mira viento y enorgullécete del temor reverencial que abre tu paso:
el grito nervioso de los gallos te presiente,
las armas blancas relumbran de gozo a tu acecho,
la luna, tu aliada, contempla satisfecha el desvarío
y te dona sus mareas más desoladoras,
aquéllas que sólo conocen los navegantes
expertos en el infortunio de los naufragios.

Grave es tu magnitud, viento, en la desgracia
y aceradas pese a su lozanía deben ser las agallas
de todo ser vivo para resistir la furia de tu embate.
Pero ya te vas dejando marcado a fuego
en la frente de los muertos
para que nunca sepan del olvido
un tendal de derruidas construcciones de los hombres,
de jóvenes árboles desconocidos de su raíz
y de mujeres estacadas que deliran en su agonía
las más salvajes y cruentas historias de amor.

Parte ya viento del norte
digiere con lascivia las víctimas de tu vendimia
que este verano ha superado en mucho
la prodigalidad de tu esperanza.

DeBabel Babel (1968)


PROBABLE OLVIDO DE AL-ANDALUS

Las pequeñas historias, lugares, rostros, olores,
se asesinan los unos a los otros.
Un país se te encima al de ayer,
un rasguño puede escamotearte la gran cicatriz.
La palabra suele convertirse entonces
en un vicio vergonzante de soledad.
¡Y qué te resta
luego de tanta frágil arrogancia!
Descubriste el vacío y sin inmutarte
cargas el sino que te corresponde.
Tu sitio, ya lo sabes,
partió cuando llegaste.

De Lo regado por lo seco (1972)



Mariano Rolando Andrade: Luisa Futoransky, El inicio de un trabajo indispensable




Mariano Rolando Andrade-Luisa Futoransky








El objetivo declarado de este libro es simple: iniciar la recopilación de toda la poesía escrita y publicada por Luisa Futoransky desde su primer poemario, Trago Fuerte, de 1963, hasta sus trabajos más recientes. La idea surgió a mediados de 2018 en el café Le Rostand de París, nuestro lugar de encuentro desde hace unos diez años, primero todos los jueves cuando volví a vivir a Francia entre 2009 y 2011, y luego de manera mucho más esporádica, una o dos veces por año, cuando paso de visita por la ciudad y nos reencontramos. Fue en una de esas charlas que tenemos sobre todo y nada, siempre con la literatura como eje, que le propuse a Luisa dedicarme a recuperar todos sus poemarios publicados en estos ahora más de 55 años y comenzar a armar su obra reunida, mientras ella continúa con tranquilidad con su sana costumbre de regalarnos nuevos libros y nuevos versos. Me pareció que había llegado el momento de arrancar con este trabajo indispensable de reunir lo disperso acá y allá para que los textos “olvidados” volviesen a circular. Generosa como siempre, Luisa, un poco sorprendida por el proyecto, dio su luz verde para la aventura. 

   Al hablar de la obra de una poeta de tan vasta trayectoria, a lo que debemos sumar su carácter itinerante (más de media vida entre Japón, China, Italia, Israel y Francia), se puede comprobar rápidamente que lo más antiguo de su producción literaria no está al alcance de la mano —o directamente es inaccesible—, y siempre corre el riesgo de perderse en los laberintos de la inmensa memoria de la Biblioteca Nacional de Argentina, o alguna biblioteca privada. Los primeros libros de Luisa simplemente no se consiguen, y por lo tanto no pueden leerse. Imaginé que así como yo estaba interesado en leerlos, otros también querrían hacerlo. Por eso, hay que volver a ponerlos sobre la mesa y en las librerías.

   Para que aquello que hablamos una tarde en París no quedase en palabras al viento o en una expresión de deseos, dada la magnitud del trabajo (al menos para mí), pensé que el mejor modo era dividir de manera cronológica las publicaciones y dedicar un “primer tomo” a los años argentinos de Luisa, aquellos anteriores a su partida definitiva del país a mediados de los 70 y que corresponden a su “nacimiento” como poeta y escritora, a su juventud, a sus primeros viajes. Se encuentran así en este volumen el ya mencionado Trago Fuerte (1963), El corazón de los lugares (1964), Babel Babel (1968) y Lo regado por lo seco (1972).

   La construcción de la poeta tuvo como escenario principal a Buenos Aires. “Estábamos buscando un sentido a esa Buenos Aires que siempre se nos escapó por la tangente. Esa Buenos Aires hirviendo de calenturas y utopías mil”, según sus propias palabras. Pero también desde muy temprano el viaje estuvo presente como componente esencial e indispensable de su formación literaria. Por ello no es nada casual que su primer poemario haya sido publicado en Potosí, Bolivia, en una de esas primeras travesías. La recuperación de este volumen, que no se encuentra en la Biblioteca Nacional, ya justifica a mi entender el trabajo emprendido.

  “Luisa Futoransky, es una muchacha argentina, de extraordinaria sensibilidad lírica. Voluntariosa, no sabe de imposibles. En el último tiempo ha viajado por gran parte de Suramérica, conociendo gentes y tierras, saturándose de sueños y de paisajes. Vibrante antena para recoger lo que hay de natural y propio en el ser americano o para grabar en el alma los espléndidos paisajes de la montaña y del valle, nos dará, en lo futuro, obra sazonada de su experiencia estética y humana, como ahora, a su paso por Potosí, nos dejó para su aparecimiento, este ramillete de poemas, miel y sal de su espíritu luminoso”, dice la corta presentación de Armando Alba, el director de la colección de la editorial boliviana donde aparecieron sus primeros versos, escritos en Buenos Aires entre 1960 y 1961.

   La profecía de Alba sobre la joven poeta prometedora se cumplió. En la temprana Futoransky está ya la Futoransky que conocemos hoy en día. Pero también está una Futoransky desconocida, una Futoransky más cruda y más emocional, más desnuda tal vez, como lo muestran los versos  de Trago Fuerte en los que canta al amor y sus dolores:

“me conozco en la fuerza de su mano
y la textura de la mía hasta encontrar la noche
en la gravedad de su olor
en el ruido de su paso
en las horas detenidas en la cama de viernes a domingo
en el cuidado de cuidarlo y de cuidarme
en lo que nos hace falta
en esto que tenemos

amo

y él dice lo mismo”

   Una Futoransky que también nos deja ver sus influencias, sus lecturas de aquel entonces, como en ese “Nuevo barco ebrio” rimbaldiano de Babel Babel:

“Bajel, cuando llegue la mañana
serás alguien experto ya en la desolación de los naufragios
y la tierra habrá bebido tu inocencia:
la playa donde arribes te tiene reservado
el más cruel de los desiertos
y el más infernal de los silencios;
no vuelvas tu cabeza
porque es en vano que pretendas ayudar
al que a sus espaldas ya emprendió la estéril travesía.”

   O los poemas con la mente en T.S.Eliot, la presencia temprana ya de temas universales vinculados con las sagradas escrituras como Jonás, o los mitos griegos como los de Ulises y Eurídice, la primera experiencia en Israel contada en “Amanecer en Hebrón” de Lo regado por lo seco (1972):

It’s dangerous for you, me dijeron los militares que me vieron derivar a las 7 p.m. con mi gitanerío a cuestas, pueblo abajo en Hebrón”.

   “El poema hay que irlo a buscar”, suele decir Luisa. Y vaya si lo ha estado haciendo desde ya hace más de 50 años, con una exquisita erudición y su infatigable carácter de exploradora de la palabra. En Futoransky se condensa lo más argentino de la lengua española y lo más universal de las tradiciones literarias, una suerte de Arca de Noé de nuestra poesía, un delicado ejercicio de equilibrista entre lo arltiano y lo borgeano.  

   En estos primeros poemarios —“mi catedral de ruinas”, como los define— vemos también un componente esencial de toda su obra: la música, algo que viene con ella desde los tiempos del Conservatorio Municipal de Buenos Aires con Cátulo Castillo como profesor, así como de su pasión por la ópera. Junto a esa melodía, a veces explícita y otra secreta, que articula sus poemas, se despliegan diferentes registros lingüísticos, que van del hablar de los arrabales y su Santos Lugares natal a un lenguaje más lírico y elaborado, y que provocan en el lector una sensación simultánea de intimidad y extrañeza. Su permanente andar por latitudes y decorados lejanos le ha permitido encontrar los pasadizos para decirnos aquello que se encuentra en lugares a los cuales no podemos acceder desde la prisa y la ceguera.

Mariano Rolando Andrade (Buenos Aires, 1973). Escritor, poeta, periodista y traductor.
Mariano Rolando Andrade

Novedad Editorial: Luisa Futoransky