domingo, 27 de junio de 2010

Sam Hamill, What Good



















What’s the good of it?
I mean all of this poetry
in celebration of
the first person pronoun.

Are we to be the authors
of a poetry without consequence,
a song of ourselves
that cannot hear
the cries of a world at war?

Can we not see the child
who pauses
in a field in Afghanistan
at the sound of a pilotless drone
high overhead

and raises weary eyes
to wonder if this is the plane
that will obliterate
her world? Can we no longer
hear the piercing, hysterical cries
of the mother
who finds her children’s bodies
in a ditch beside a dirt road
leading into nowhere?

Her assassins
bear our names, our banners,
even as we declare
our innocence of war crimes,
our good intentions.

What good is a poetry
that bears no testimony
from those we’ve stripped of name
and deed and voice? What good,
a poetry blind to perpetual war
waged against the world’s poor?

I want no more of it.
I want to cut out my tongue,
blind my eyes
to the stricken faces of child brides
and the good soldier’s dreams
as the bombs fall.

But I cannot be blind
to my country’s abiding shame,
nor to its exported terror,
the Death Machine
that decimates a world.

I cannot scream.
And yet silence
is not an option, not an answer.
Our wounds do not bleed,
but wounds they are.

And if there is no poultice
for such wounds,
no word of compassion
to begin a healing,
what shall be our future
except to repeat our past.

Weary, timid, we seek or settle for
distraction,
gazing into a mirror as though
it were our soul. As if we could
simply wish it all away.
And what can come of it,
what possible good?

Jack Kerouac: la escritura de la dorada eternidad.





















Versión Esteban Moore.


1
¿Fui yo el creador de ese cielo? Si, pues si fuera
cualquier otra cosa que una concepción en mi mente
no hubiera dicho “cielo” ­–Por eso es que yo soy la
dorada eternidad. No hay dos de nosotros aquí,
lector y escritor, sólo uno, una dorada eternidad,
Uno-Que-Es, Aquello-Que-Todo- Lo- Es.

2
El Buda despierto que señala el camino, el
Mesías elegido para morir en la degradación
de la percepción, es la dorada eternidad. Una que
es lo que es, la dorada eternidad, o Dios, o,
Tathagata –el nombre. El nombrado.
El Dios humano. Perceptiva divinidad.
Animada. Divina. La deificada.
La verificada. La que es libre.
La liberadora. La muy quieta.
La que se ha asentado. La establecida:
Dorada Eternidad. Todo está bien.
La Vacía. La Que Está Pronta.
La Abandonadora. La Que Medita.
La Justificada. La Que Es feliz.

3
Ese cielo, si fuera alguna otra cosa que una
ilusión de mi mente mortal no hubiera dicho
“ese cielo”. Por lo tanto yo hice ese cielo, yo soy la
dorada eternidad. Yo soy Dorada Eternidad Mortal.

4
He sido despierto para señalar el camino, elegido para
morir en la degradación de la vida, pues soy
Dorada Eternidad Mortal.

5
Yo soy la dorada eternidad mortal en su forma animada.

6
Para hablar con exactitud, no hay yo, pues todo es
vacío. Yo estoy vacío, soy no existente.
Todo es felicidad suprema.

7
Esta ley verdad no tiene más realidad que el mundo.








Alción Editora, Córdoba Argentina.
Versión y prólogo E.M.









8
Vos sos la dorada eternidad porque no hay
ningún yo y ningún vos, sólo una dorada eternidad.

9
El Entendedor. No abrigues imaginaciones, ninguna
en absoluto, pues la cosa es una no-cosa. Comprenderlo
es entonces, humana condición divinizada.

10
El mundo es la película de todo aquello que es,
es una única película, constituida en su totalidad
de la misma materia, no le pertenece a nadie, es
todo aquello que es.

11
Si no fuéramos todos la dorada eternidad no
estaríamos aquí. Pero, al estar aquí no podemos
evitar el ser puros. Decirle al hombre que sea
puro debido al ángel castigador que sanciona
a los malos y al ángel gratificador que premia
a los buenos, sería como decirle al agua “ Sé
mojada” –No obstante, todas las cosas dependen
de la suprema realidad, la cual ya se ha establecido
como la crónica registro del destino logrado por
los trabajos del karma.
12
Dios no se halla afuera de nuestros cuerpos es simplemente nosotros,
los vivos y los muertos, los que nunca vivieron y los que nunca
murieron. Que sepamos esto sólo ahora, es la suprema realidad, fue
escrito hace mucho tiempo en los archivos de la mente universal,
ya está hecho, no hay nada más por hacer.

13
Esta es la sabiduría que ve a la dorada
eternidad en todas las cosas, la que es nosotros,
vos, yo, y la que ya no es nosotros, vos, yo.

14
¿Qué nombre le daremos a aquello que no
tiene nombre? ¿ la común eterna materia de la mente?
Si fuéramos a llamarla esencia, algunos podrían pensar
que significa perfume, o oro, o miel. No es ni mente.
Incluso no es discutible, no se la puede agrupar
en palabras; sí, ni es infinita, de hecho no es ni
misteriosa o inescrutablemente inexplicable; es
lo que es; es eso; es esto. Podríamos con facilidad
llamar a la dorada eternidad “Esto”. Pero “¿ qué es lo
que hay en un nombre?” preguntó Shakespeare.
La dorada eternidad con otro nombre sería igualmente
dulce. Un Tathagata, un Dios, un Buda de distinto nombre,
un Alá, un santo Krishna, un Coyote, un Brahma, un Mazda,
un Amida, una Aredemeia, una Palalakonuh,
y 1 2 3 4 5 6 7 8 y sería igualmente dulce. La dorada
eternidad es X, la dorada eternidad es A, la
dorada eternidad es ∆, la dorada eternidad es 0,
la dorada eternidad es ٱ, la dorada eternidad es
l-a d-o-r-a-d-a e-t-e-r-n-i-d-a-d. En el
principio fue la palabra; antes del principio, en
el no principio de la inacabable infinitud, fue
la esencia. Ambas, la palabra “Dios” y la esencia
de la palabra, son vacío. La forma del vacío
que es el vacío que ha adoptado la forma de la forma,
es lo que ves y oyes y sientes en este preciso instante, y
aquello que saboreas y hueles y piensas mientras
leés esto. Esperá un momento, cerrá tus ojos, dejá
que tu respiración se detenga tres segundos o algo así,
escuchá el silencio interior en el útero del mundo, dejá
caer tus manos, relajá las terminaciones nerviosas, re-reconocé
la felicidad olvidada, el vacío la esencia el éxtasis de haber sido
alguna vez y de ser alguna vez la dorada eternidad. Esta es
la lección que has olvidado.

15
La lección fue enseñada hace mucho tiempo en los
otros sistemas del mundo que han cambiado naturalmente
transformándose en vacío y despertar, y están aquí
ahora sonriendo en nuestra sonrisa y frunciendo el entrecejo
en nuestro entrecejo fruncido. Es solamente la dorada eternidad
pretendiendo sonreírse y ser severa consigo misma; como
una ola pequeñísima sobre el calmo océano del saber.
El destino de la humanidad es desvanecerse, convertirse en la
dorada eternidad, regresar derramándose en sus manos que
no son manos. El ombligo habrá de recibir, trastocará el orden,
y aceptará aquello que expulsó, el anillo de la carne se cerrará; las
personalidades de los héroes muertos en el pasado son polvo
en el que no se puede escribir.



Guillermo Ibañez: Cuerpo Vivido.



















Carta cuarta

Cuando se me cansan las piernas después de largos ratos de trabajo, cuchara de albañil, maderas y martillos; me tomo un respiro, preparo mates.

A propósito, este va a ser un texto “cotidianista”, al decir de Eduardo quién felicitará que baje a tierra por referir justamente, hechos cotidianos.
Él, justamente, que nunca puso un clavo.

Al mirar las cosas que me han robado (mejor dicho, al ver los espacios huecos) de ésta casa que tanto costó y sigue costando enumero lo faltante: televisor, equipo de música, cubiertos, algún cuadro.

Como dijo un amigo: libros no; los dejaron tirados. Justo dejaron lo que les hubiera servido.

Desprecio si los hay, pa’alguien que escribe considerándolos tesoros.

Ya ven, lo valioso no se han llevado. Algunos que lo saben se indignan en mi lugar, pero esto para mí tiene carácter de problema social, no delictivo, culpa del sistema en que vivimos.

Mucho para algunos que no se lo ganaron, algo para quienes toda la vida hemos trabajado y nada, absolutamente nada, para tantos que no tuvieron siquiera la oportunidad.

En el lugar de ellos, haría lo mismo.

Necesito frazadas, máquinas para idiotizar desde donde baja el discurso del consumo, no pudiendo participar del juego y si no tengo un trabajo; ni hablar la comida de mis hijos, haría lo mismo que ellos.

Lo único que les tengo que decir a esos malandrines -porque malandras son los otros, los cipayos que venden el consumo-, es que elijan mejor y se animen con los peces gordos y no con los tipos que hicieron lo que sea laburando.

- Claro, vos me dirás, sí vos; el que estás leyendo; que, ¿cómo van a saber, quiénes son unos y otros?

Acaso alguien va a poner en el frente de su casa un cartel que diga: ”Esto lo hice choreando”. O de los míos: “Esto me costó 20 años de trabajo”?

No, ya sé que no, pero si se avivan, van a ver que no tengo rejas, ni auto nuevo, ni custodio.

¿Por qué con ese dato no son piolas y me dejan algunas cucharitas que detonan estas líneas, y hacen que ponga azúcar y yerba en el mate, desde sus envases?


Undécima carta

Soy un hombre con muchos hijos, nunca demasiados, siempre bienvenidos.

Un hombre que podría estar apesadumbrado por el paso de los años, y aún así conserva su optimismo crítico.

No quedé en dogmas, tampoco soy escéptico.

Desde hace tiempo, si respiro es milagro dado que un asmático que fuma dicen que tiene los días contados.

A pesar de la fe perdida y los muertos, la mañana me encuentra con humo y versos.

Duodécima carta

Ante todo, tal vez sea uno el equivocado, pero qué voy a hacer, tengo esta vida y no otra.

Veo a hombres y mujeres arrobados por “el porvenir” y recuerdo una frase que dice: “El porvenir es cosa nuestra”.

Volviendo: el porvenir de los hombres de mi edad, es ahora; aunque parezca sentencioso.

Fuimos náufragos de la república perdida y estamos ( o sólo yo lo estoy?), atenazado a la existencia.

La mía es una convicción que no sale de este aquí y ahora.

El silencio de este instante después de comer con gente apresurada, anuncia que voy a dormir embriagado de viento, pájaros y sol en la modorra de la tarde.

Decimosexta

Vivo sin timón, brújula ni puerto, sólo con bitácora completa, historias sin detalles de puertos visitados, amarras ceñidas, después abandonadas.

Barco que pisó muchas orillas sembrando su simiente por doquiera.
Bajel sin compás ni catalejo. Sin sonar cuando por aguas fui debajo, sin ojos de buey, sin ancla ni más mástil que mi querido Juan, mi otro enhiesto.

Un barco, una balsa, un bote enamorado del simple hecho de ir siempre navegando.

Soy un bajel naufragado tantas veces que puesto a pensar en esas cosas a veces deseo hundirme por completo sumando la mirada a la de esos peces entre restos que en el fondo han encallado.

Vigésimo primera


Aquel poema de los sesenta, decía: “Yo no sé ciudad si amo tus atardeceres derramados por el sol en tus anchas avenidas...”
porque ahora mi ciudad ya no tiene: “..atardeceres derramados...”
una muralla de cemento los oculta.

Por eso, para ver nacientes y ocasos voy a los confines.

Aquel Barrio Martín donde los chalets florecían, vive hoy en la umbría de edificios altos.

Ese costo de oscuridades es en muchas calles y en tantas que me inclino a vivir en arrabales donde los días conservan sus crepúsculos.

Ya he visto “los dientes de la gente”) Morir no importa, aún con eso, con la historia y el pasado, con los muertos y los que todavía estamos vas a seguir siendo como dice Gary “la única ciudad para nacer y para morir”.

La que añoro y memoro tanto, que estando lejos hace que todavía me cite en los bares de mi barrio.