Robinson Jeffers en el jardín de su casa, Big Sur, California |
A los picapedreros
Ellos los talladores de la piedra, oponen al tiempo el mármol,
eternos derrotados,
retadores del olvido, almuerzan sus cínicos jornales,
sabiendo que la roca se parte,
las inscripciones se caen,
las letras romanas y sus cuadrados miembros
se escaman durante el deshielo, se gastan bajo la lluvia.
El poeta también,
construye su monumento, burlándose:
pues el hombre será borrado, la gozosa tierra habrá de morir,
el bravo sol perecerá ciego,
ennegrecidas las profundidades de su corazón:
y ellas las piedras todavía estarán allí
como lo han estado durante siglos,
y el dolor del pensamiento hallará
la miel de la paz en los viejos poemas.
Roca y halcón
Éste es un símbolo en el que
muchos pensamientos trágicos
se observan
en el brillo de sus propios ojos.
Esta roca gris, detenida sobre la colina
en la costa, allí donde los vientos marinos
no permiten que el árbol se desarrolle,
recibirá las visitas del terremoto,
y registrará la época de todas las tormentas.
En la cima de esa roca
posa sus garras un halcón.
Éste es tu emblema
el que colgarás en el cielo futuro,
no la cruz, ni la colmena;
pero sí esta brillante energía, esta oscura paz;
conciencia bravía, unida
al desinterés final,
vida y muerte sosegadas,
los ojos verdaderos del halcón
unidos al cuerpo místico de la piedra
que el fracaso no podrá destruir
ni el éxito inundar con su orgullo.
John Robinson Jeffers (Allegheny, Pennsylvania, 1887 – Carmel, California,1962). Se interesó tempranamente por los clásicos griegos y latinos. Sus libros Tamar y Roan Stallion fueron celebrados por la crítica como el producto de un maestro de la épica moderna y su versión de Medea fue un éxito de taquilla en Broadway. Vivió la mayor parte de su vida en la costa californiana, en las cercanías de Big Sur, región cuyas bondades naturales celebró en su poesía. Hecho que lo ha convertido en un ícono del movimiento ecologista californiano.
Su obra ha influenciado entre otros poetas a: William Everson, Edward Abbey, Gary Snyder y Mark Jarman. Charles Bukowsky dijo que Jeffers era su poeta preferido y Czeslaw Milosz que demostró un gran interés por su obra lo tradujo.