Washington Benavides |
Sacar lo de adentro para afuera…
Eso es
todo el trabajo
del
supuesto artista.
Vives a
orillas de un río casi sin barrancas.
Si se
pasan las lluvias, el río como un toro
moribundo,
arremete contra sus orilleros.
Y ahí
comienza el actuar rápido, el no dormirse
esperando
camiones municipales o camiones
verdes: saca de apuro, muebles y colchones
la tevé
y el armario de las ropas. Deja quietos
esos
quietos retratos, mujer. Deja esos aparejos
y la pelota de futbol, hombre. Apura a los
botijas,
no les
pierdas pisada. Mira que para ellos
esto es
casi un festejo.
Así
debes tratar con tu entretela.
Me
refiero al arpa dormida becqueriana.
Mete
mano en sus cuerdas. Aunque desgarre como
un parto
de
apuro. Saca fuera lo de adentro.
Revísalo
después. Ajusta los tornillos a la
Singer
de
palabras. Muévete con presteza, el toro
moribundo,
el agua
del
tiempo viene a buscarte y te borrará de un golpe.
Un golpe
de agua turbia de arrasar rancheríos, pobres
chacras,
quintas de sobrevivencia,
esas
cosas que guardamos adentro: pedacitos
del avión
de la infancia,
la corbata
de mozo, el cuaderno de notas que pensabas
acabaría
en versos bien medidos.. Apúrate a sacarlos fuera.
El toro
de agua muge ya en tu puerta. El tiempo
no te dará
calce. Afróntalo.
Saca
fuera lo de adentro.
Ahora¡
Requisitoria obligada.
La
urgencia de escribirlo
tal vez
me hizo olvidar el duro trámite
de que
lleves a la práctica
lo que
sostienes en lo íntimo
como tu
obra, como la esencialidad
de tus
pasos en la tierra.
Y te
apuraba a que lo hicieras pronto
¡ahora!
Provocado por ejemplos terribles:
Kafka
exigiendo a su amigo y albacea
Max Brod
a que
quemase todo lo que
no
hubiera corregido y publicado.
Y
nuestro Morosoli
(autodidacta,
albañil, y luego propietario
de
almacén y barraca)
soñaba
al jubilarse dedicarle su tiempo
a su
prosa admirable.
Pero golpeó
su puerta alguien con la última cuota.
Ese
sueño insistente
que en
tantos “practicantes” se parece
a un
auto-engaño. “No dejes
para
mañana lo que puedas hacer…”
¿Y si
mañana, liberado del cargo excluyente,
desatado
del mote funcionario,
en vez
de retomar tus carpetas manoseadas,
te
apoltronas ante la pantalla
calzando
las pantuflas de la Muerte…?
¿Tendré
que refugiarme en Horacio y su “carpe diem”?
Sácale
un resquicio a tu tiempo de oficina,
de la
clase, del boliche,
y vuélcate,
como quien debe escribir un telegrama
de
bodas u obituario. Nerviosamente,
róbale a
la burocracia
lo que
tal vez te justifique en vida
lo que
te recuperará de la última cuota…
(Inéditos)
Washington
Benavides
(Tacuarembó, Uruguay, 1930) Poeta, traductor y músico. Ha publicado, entre
otros títulos: Tata Vizcacha (1955); El poeta (1959); Poesía (1963); Las
milongas (1965); Los sueños de la razón (1967); Poemas de la ciega (1968);
Historias (1970); Hokusai (1975); Fontefrida (1979); Murciélagos (1981);
Finisterre (1985); Fotos (1986); Tía Cloniche (1990); Lección de exorcista
(1991); El molino y el agua (1993); La luna negra y el profesor (1994); Los
restos del mamut (1995); Moscas de provincia (cuentos, 1995); Canciones de Doña
Venus (1998); El mirlo y la misa y Los pies clavados (2000).
Entre los autores que ha traducido se cuentan: Guimarães
Rosa, Oswald de Andrade, Carlos Drummond de Andrade y Affonso Romano de
Sant’Anna.
Sus
poemas y canciones han sido musicalizadas y grabadas por: Alfredo Zitarrosa,
Daniel Viglietti, Eduardo Darnauchans, Héctor Numa Moraes, Carlos Benavídez,
Los Olimareños y Los Zucará.