Dino Campana |
La Quimera
No sé si entre las piedras tu pálido
Rostro apareció, o sonrisa
De lejanía ignota
Fuiste, pendiente de marfil
Frente resplandeciente o joven
Hermana de la Gioconda:
Oh de las primaveras
Apagadas, por tu mística palidez,
Oh Reina, Reina adolescente:
Pero por tu desconocido poema
De voluptuosidad y dolor
Joven música exhausta,
Marcado por una línea de sangre
En el cerco de los labios sinuosos
Reina de la melodía:
Por tu virginal cabeza
Reclinada, yo, poeta nocturno,
Admiré las estrellas vívidas en los mares del cielo,
Yo, por tu dulce misterio,
Yo, por tu faz taciturna
No sé si la pálida llama
Fue del cabello el viviente
Signo de su palidez.
No sé si fue un dulce vapor
Dulce, en mi dolor,
Sonrisa de un rostro nocturno:
Miro las rocas blancas el mudo manantial del viento,
La inmovilidad del firmamento
Y los ríos hinchados que lloran
Y las sombras encorvadas del trabajo humano en frías colinas
Y aún en tiernos cielos lejanos claras sombras que avanzan
Aún te llamo te llamo Quimera.
Jardín otoñal
Florencia
¡Al jardín espectral, al mudo laurel
De las verdes guirnaldas,
A la tierra otoñal
Un último saludo!
A las áridas colinas
Severamente sonrojadas
Confusa de rumores
Estridentes clama la lejana vida:
Clama al sol muriente
Que ensangrienta los parterres.
Se escucha una fanfarria
Que sale desgarrada: el río desaparece
En la arena dorada: en silencio
Están las blancas estatuas vueltas hacia el puente:
Y las cosas ya no existen.
Y del profundo silencio como un coro
Tierno y grandioso
Elevándose hasta mi balcón:
Con aroma de laurel
Con aroma de agrio laurel moribundo,
Al atardecer, entre estatuas inmortales
Ella se me aparece, presente.
La ventana de vidrio
El brumoso atardecer de verano
Desde el ventanal destila claridades en la sombra
Y deja en mi alma una marca ardiente.
¿Pero quién ha… (sobre la terraza sobre el río se enciende una lámpara) quién ha…
Para la Virgen del Puente quién es quién es el que encendió esa lámpara? — Hay
En la sala un olor de podredumbre: hay en la sala
Una llaga rojiza que muere.
Las estrellas son botones de madreperla y la tarde se viste de terciopelo:
Y tiembla el frívolo atardecer, es frívolo el atardecer y tiembla pero hay
En el corazón de la tarde hay
Siempre una llaga rojiza que muere.
Extraído de Dino Campana, Canti orfici e altre poesie, Einaudi, 2014. Versiones de Adrián Bollini.
Dino Campana (Marradi, 20 de agosto 1885 – Scandicci, 1 de marzo 1932). Poeta maldito italiano de la primera mitad del siglo XX. Manifiesta desde su adolescencia diversos disturbios nerviosos. Su admiración por los simbolistas franceses y por la poesía de Walt Whitman lo motiva a aprender por su cuenta francés e inglés para leerlos en su lengua original. En 1905 es internado por primera vez. A su salida, dos años después, emprende un viaje por Sudamérica. Se presume que entre los países del continente visita la Argentina, donde desempeña los más variados oficios. De regreso a Europa, publica su primer y único libro, Canti Orfici (1913). En 1918 es internado nuevamente con el diagnóstico de esquizofrenia en el hospital psiquiátrico de Villa di Castelpulci, donde habría de permanecer hasta 1932, año de su muerte.
Adrián Bollini (Bragado, Buenos Aires, 1988). Poeta y traductor. Publicó por Alción editora (Córdoba) los libros de poesía Escritos de Dédalo, Sísifo y Pandora (2009) y Ascética de Heuzek (2015).