Federico Díaz Granados |
GOOD BYE LENIN
De niño algunas veces jugaba a ser cosaco.
Otras veces retozaba como Konsomol o cosmonauta.
Así transcurrió la infancia:
guerras del Zar
en un patio sin nieve ni abedules,
ni estepas ni pueblos incendiados.
A veces era Kasparov o el osito Misha
y recreaba historias de amor en el transiberiano.
La voz del padre, daba cuenta de Matrioskas y samovares
y del mausoleo de Lenin bajo una luz ultravioleta.
de los monumentos a Puskhin y Máximo Gorki
y de las noches blancas de Leningrado.
Era el verano de 1985
y por onda corta hablaron de la perestroika.
Cambiaron los coros del ejército rojo por canciones de U2
relatos de pioneros por un incendio en Chernobil.
Y no volvieron los cosacos, ni los konsomoles,
ni los cosmonautas a mi cuarto
en aquella noche en que mi madre me daba las buenas noches
en voz baja para no despertar a toda la casa
mientras apagaba para siempre
la última luz de mi infancia.
RETORNOS
No creo en retornos
pero este amargo corazón de casas viejas y calles rotas
late en cada regreso
sin gestos ni ademanes
y sabe que el mundo es un mal lugar para llegar.
Y se regresa a escribir un poema que trate de una muchacha en un
aeropuerto
que espera un avión de quién sabe dónde
o escribir sobre la carta que nunca recibí aquel sábado
escuchando el mismo disco de las nostalgias perpetuas
o sobre los versos robados a Salinas, Borges, Walcott
y las tardes de sol en el estadio de fútbol.
No creo en los regresos
pero este seco corazón de otros días canta a destiempo
sobre el cielo que calcina el nombre de una mujer que amé.
No creo en retornos
pero mi vocación de viajero hace,
cuando parto hacia la intemperie en el mundo
que deje, como en mis días de boy scout,
piedritas y migas de pan
para no perder el camino de regreso a tu cuerpo.
NOTICIAS DE ESTE TIEMPO
A quién darle cuenta de este tiempo:
acaso unos recortes de prensa
algunas fotos que caen de un sobre
o un signo dibujado en el vaho sobre el espejo
y que desaparece.
A quién si son cada vez menos los amigos
si los que tienen hábitos y apegos se marchan
hacia destinos inconclusos o países sin mapa.
A quién dar cuenta
si los únicos que oían con atención los miedos
de repente huyeron sin explicaciones
ni recados.
No hay a quién darle cuenta de un tiempo envejecido
y a quién narrarle los adioses
o las preguntas que nos hacen fugaces.
A quién darle cuenta si no hay quién deje su aliento en la ventana
viendo cómo se aleja un Zeppelín que lleva tu nombre en mayúsculas
y cómo se deshace la vida entre los dedos
como si fuera arena de una playa o ceniza de un cigarro.
EN MI CALLE
En esta calle
estará toda la nostalgia humana
en esos rostros
en esas limosnas
en ese alfabeto extraviado.
Es aquí donde trazan mapas al azar
mientras camino con el aire de quien hereda la ropa de los muertos
con los azules recuerdos de aquel mundo
que ya no vive en las repisas ni en los armarios
a esta hora en que las ruinas son andamios de rencores
y en que el mundo se ve desteñido
a través de una persiana a medio cerrar.
Es esta mi calle, la misma que veo alejarse por el retrovisor del auto
cada vez que me despido
y que se empaña
cuando tus ojos cambian de música.
Si pudiera escoger la calle de mi muerte
escogería esta calle que me regaló la mujer
que inventaba las palabras
y el color de ese fugaz instante.
no sea que llamen a dejar recados de la muerte.
FEDERICO DÍAZ-GRANADOS: nació en Bogotá en 1974. Poeta, ensayista y gestor cultural. Es director de la Biblioteca de Los Fundadores del Gimnasio Moderno y de su Agenda Cultural. De igual forma, dirige Valparaíso ediciones. Ha publicado los libros de poesía: Las voces del fuego (1995); La casa del viento (2000), Hospedaje de paso (2003) y Las prisas del instante (2015). Han aparecido las antologías de su poesía: Álbum de los adioses (2006), La última noche del mundo (2007), Las horas olvidadas (2010), Adiós a Lenin (2017) y Tiempo lleno de canciones (2018). Preparó, entre otras, las antologías de nueva poesía colombiana Oscuro es el canto de la lluvia (1997), Inventario a contraluz (2001), Resistencia en la tierra (Antología de poesía social y política de nuevos poetas de España y América) y en 2017 compiló para Editorial Planeta el libro Cien años de poesía hispanoamericana. En 2012 se editó su libro de ensayos La poesía como talismán y en 2016 El oficio de recordar (Escritos sobre poesía y otras prosas reunidas). Compiló y prologó para Seix Barral la Poesía Reunida de José Asunción Silva y Preludio de primavera (antología) de Rafael Pombo.
Su poesía ha sido traducida parcialmente a varios idiomas y se destacan las ediciones italianas de Le ore dimenticate (Raffaelli editore, traducción de Emilio Coco, 2015), Le urgenze dell’istante (Edizioni Fili d’Aquilone, traducción de Alessio Brandolini, 2017) y La soglia dei sogni (Raffaelli editore, traducción de Gianni Darconza, 2017), Sortie de secours (Ladrones del tiempo, traducción de Stéphane Chaumet, 2017) y Roadhouse (Valparaíso USA, traducción de Jason Ehrenzeller, 2017). En 2021 es nombrado Distinguished Visiting Professor en la Universidad de Virginia en los Estados Unidos. Ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.
(publicado en eXtramuros, Nº 61, Montevideo, Uruguay, 2022)