Aldo Pellegrini |
Exploré
tu respiración hasta la fuente de los ardores en el
lugar
en que se encienden las linternas para iluminar el
ceremonial
de los instantes magnéticos.
Yo
ascendía y descendía de la camaradería de los reflejos,
avanzaba
y retrocedía orientado por mi brújula de espasmos
y
al examinar tus respuestas, todas las debilidades de la razón
construían
una lógica nueva sin sombras.
Y
no perdía el tiempo. Con cada nuevo perdón una ventana
sorprendente
se iluminaba donde el lobo domesticado aullaba
a
las amenazas del abandono.
Te
reprocho ser siempre la misma en tanto que el Norte y el Sur
se
separan de los puntos cardinales para convertirse en flores de
arrepentimiento.
Cuando se usa un nuevo nombre para las cosas
ellas
se transfiguran y mediante un lenguaje antes desconocido
nos
comunicamos los secretos del orden universal.
Y
nos abandonamos al gran manto de hierba con su color de
conciliación
en una atmósfera que resquebraja el sol, donde
tribus
de razas primitivas nos acogen para recomenzar la extraña
tarea
de vivir.
Yo
observaba cómo una envolvente humareda de florestas salía
de
tus ojos y comprendía que nos arrastraba la antigua voz en
ebullición
de las cosas.
Los
plumajes venden su calor, la risa contenida hunde sus pies
en
el barro. Un derrumbe nace de los contactos inesperados
mientras
la oscura pena vigila en la distancia.
Con
nuevas virtudes desplazaremos a las antiguas. La tersura
de
tu pecho y la curva de tu vientre son los signos de victoria
de
un nuevo evangelio. Cuando lo comprendan, los ascetas
comenzarán
a dar vueltas alrededor de tu cuerpo
para alcanzar
la
plenitud de los éxtasis giratorios.
He
ahí el destino de los fanáticos. El espíritu girará en torno del
cuerpo
hasta participar de la lectura tornasolada en la cual todos
los
estados de la materia se confunden. Nuevos nombres ensalzarán
el
prestigio de nuevos estados. Más aéreo que el aire, tu cuerpo será
venerado
en todas sus formas cambiantes. Tu séquito lo formarán
legiones
de moscas piadosas y las memorables larvas te despertarán
para
el día del sacrificio en que honradamente acometerás el tránsito
hacia
la más pura solidez.
En
ese estado te llamarán con diversos nombres a cada uno de los cuales
responderás
cambiando de color. Cuando te llamen noche, tu color marfilino
espantará a los
espectros, pero preferirás que te llamen telaraña, lo que te
permitirá
columpiarte hasta la transparencia absoluta, indiferente a la
inmutable condición
humana.
Aldo Pellegrini (Rosario, Santa Fe,
1903- Buenos Aires, 1973). Poeta,
ensayista, traductor, crítico y gestor
cultural. Es fundador del primer grupo surrealista de habla castellana, según
el poeta y ensayista colombiano Raúl
Henao,
el más importante fuera de Francia. Pellegrini inicia la aventura
surrealista
en Buenos Aires, la que se extenderá por América Latina de la que participarán
Francisco Madariaga, Enrique Molina, Juan Antonio Vasco,
Carlos
Latorre, Julio Llinás y Juan José Ceselli. En 1961, publica su Antología
de la poesía surrealista,
considerada por André Breton como el aporte más importante para el conocimiento
de la poesía surrealista publicada en cualquier idioma. Asimismo fue el
director de la Colección Los Poetas, publicada por Fabril Editora, cuyos
títulos fueron centrales al desarrollo de varias generaciones de poetas en la Argentina y el continente.
Su
obra ha sido reunida en La valija de fuego (Editorial
Argonauta, Buenos Aires, 2015).